LVII. U R

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La confirmación de Patrick de que él había sido el responsable de la muerte de la madre de R fue demoledora; había visto por el rabillo del ojo el cuerpo de R abalanzándose sobre nosotros, haciéndome saltar hacia un lado para evitar ser arrollada en el trayecto de R hacia Patrick.

Se me quedó atascado en la garganta un grito de horror al ver desenfundar una pistola a Patrick y apuntar con su cañón al pecho de R; observé, completamente helada, cómo mi prometido conseguía darle la vuelta a la situación para ponerla de nuevo a su favor.

Había muerto demasiada gente, personas que conocía y muchas otras que eran anónimas por culpa de nuestras familias. Todo lo que había creído en el pasado se había evaporado, dejando en su lugar la cruda realidad: un inhóspito sitio donde valores como la justicia no tenían cabida; todo el mundo se movía por sus propios intereses, solamente buscaban conseguir más, más y más.

Había descubierto las caras ocultas de personas que habían formado parte de mi vida, a las que creía que les importaba realmente. Mi familia era una farsa... mi vida estaba basada en una farsa.

-Patrick, por favor –le supliqué, alzando ambas manos en señal de rendición.

Todo aquello lo había iniciado yo de algún modo, por lo que me correspondía a mí ponerle fin. De no haberme topado con R en el baile de máscaras que había organizado Patrick, jamás habría sucedido nada de esto; seguramente yo habría seguido las órdenes de mis padres, me habría convertido en una más de ellos... habría cumplido con lo que se me había exigido. Pero nadie habría muerto.

Kendrick. La madre de R. Incluso Teobaldo.

Todos ellos seguirían vivos, habrían continuado con sus vidas.

Pero R y yo se lo habíamos arrebatado en el mismo momento en que nos habíamos conocido y habíamos decidido arriesgarnos por algo que, en aquellos precisos instantes, no tenía tanto valor en el mundo en que nos habíamos criado.

El amor no tiene cabida en nuestro mundo. El dinero y el poder, en cambio, tenían un papel prioritario.

Pero no habíamos querido verlo.

-Déjale, Patrick. Tú has ganado –exhalé con un tono de derrota.

Patrick desvió la vista en mi dirección, pero apretando el cañón del arma contra el pecho de R y disuadiéndole de que hiciera cualquier tontería; R también giró la cabeza para mirarme con sorpresa y decepción. ¿Acaso no era consciente de todo el daño que habíamos causado? Patrick había reconocido haber sido el responsable de la muerte de su madre porque quería vengarse de mí por haberle desobedecido.

¿No se daba cuenta de que, si no nos rendíamos, esto nunca se acabaría? Sería como un círculo vicioso donde habría muchísimas más muertes de personas inocentes, gente que habían sido utilizados como simples peones.

-No vas a conseguir engañarme esta vez, Genevieve –me advirtió Patrick-. Caí en tu juego una vez, pero ahora vamos a seguir mis reglas. Y la primera de ellas es que este imbécil va a morir.

-Haré lo que tú quieras, Patrick –le prometí y traté de sonreír-. He aprendido la lección, ¿vale? Estaremos juntos y tú podrás continuar con los negocios que tienes con mi padre; no me opondré a nada en absoluto, seré la chica callada y obediente que tanto mi padre como tú queríais.

Aquello pareció disuadir mínimamente a Patrick. Siempre había sabido que nuestro mayor problema era mi tenaz e irritante carácter y el hecho de que jamás había obedecido ni una sola de sus órdenes; había conseguido escabullirme de la primera recepción en la que había coincidido con R tras el accidente y había podido hablar con él. Por no hablar de mis posteriores encuentros con él donde le había dado lo que había conseguido sacar del ordenador personal de mi padre, dándole a entender a R que no tenía nada en su contra, que quería que las cosas fueran mejor entre nosotros.

LAST ROMEOWhere stories live. Discover now