XXXVIII. IT CAN'T BE

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La boca se me quedó seca cuando busqué apresuradamente mi móvil entre los bolsillos de mi chaqueta. Genevieve me esperaba pacientemente, apoyada en la pared del mausoleo de mi familia, con sus ojos azules reluciendo de determinación.

No podía creerme que estuviéramos a punto de hacer... eso.

Bien era cierto que había sido yo la persona que había estado presionándola para que tomara una decisión, para que me eligiera, y no podía creerme que lo hubiera hecho en un momento como el que estábamos viviendo.

Sin embargo, yo estaba más que dispuesto a hacerlo. Genevieve había sido la persona que había elegido para compartir el resto de mi vida.

Punto.

Conseguí dar con mi móvil y busqué frenéticamente el número que necesitaba en aquellos momentos. Necesitaba dar con la persona a la que había relegado todos mis secretos tras la muerte de Ken.

Me casaría con Genevieve y después nos largaríamos de allí.

No pensaba pasar un segundo más en aquella ciudad que se había convertido en un enorme peso asfixiante.

-¿Qué pasa, tío? –fue lo primero que dijo Henry al descolgar.

Había estado presente en el funeral junto a su familia, pero todos se habían marchado después de que la ceremonia hubiera terminado para brindarnos un poco de intimidad.

-Necesito que vengas a recogernos –respondí, conciso.

Escuché una voz femenina al otro lado del teléfono y a Henry explicándole algo. Sin embargo, no pude entender mucho porque mi amigo parecía haber tapado el micrófono mientras hablaba.

-¿A ti y a quién más? –me interrogó, receloso-. No pienso actuar de chófer para ti y ninguna...

-Genevieve y yo tenemos un asunto pendiente –lo corté antes de que pudiera decir algo que pudiera cabrearme de sobremanera.

-Oh –sonó avergonzado-. ¿Estáis aún en el cementerio? Nos encontramos en la salida sur.

Dicho esto colgó y yo me guardé de nuevo el teléfono en el bolsillo.

Genevieve no se había movido ni un centímetro y parecía estar preocupada por algo. Teníamos que ser rápidos, pues tenía intención de pasar tanto por casa de Genevieve como por la mía propia para que pudiéramos recoger algo de equipaje y dinero para que no saliéramos de la ciudad sin nada.

Me aclaré la voz.

-Está de camino –le informé.

Genevieve se mordió el labio inferior y miró por encima de su hombro, en dirección hacia donde se encontraba el panteón familiar de los Clermont, donde debía estar realizándose el entierro propiamente dicho; teníamos que pasar por allí para poder alcanzar de la forma más rápida la puerta sur.

Nuestro punto de encuentro.

Le tendí la mano y me sentí el hombre más afortunado del mundo cuando fui consciente de todo el esfuerzo que había hecho para tratar de recuperarme...

Echamos a correr entre las tumbas de distintos tamaños y tipos sin bajar el ritmo. Escuchaba la respiración acelerada de Genevieve en mi oído, pero no se quejó en ningún momento.

Estábamos a punto de cruzar una línea muy peligrosa. Ambos estábamos prometidos con personas a las que no amábamos y, de enterarse nuestras respectivas familias, íbamos a tener muchos problemas.

Pero estaba dispuesto incluso hasta bajar al mismísimo infierno con tal de estar con Genevieve. El reluciente coche de Henry nos esperaba en la acera de enfrente y tiré con suavidad de Genevieve hacia él; la ventanilla del copiloto se bajó, mostrándome a aquella muchachita que había estado con nosotros en el callejón.

LAST ROMEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora