EPÍLOGO. LAST DANCE

5.1K 405 58
                                    

SEIS MESES DESPUÉS.

Mi compañero me dio con el trapo con el que estaba secando los vasos en el hombro, llamando mi atención; el bar en el que trabajábamos era el típico que estaba situado en el paseo marítimo para atraer la atención de gente que vivía en Positano como para los turistas que venían desde todas partes del mundo.

Levanté la vista de la barra y me fijé en lo que Guido, mi compañero, quería que viera: una chica rubia, con el cabello a la altura de las clavículas y unos hipnóticos ojos de color azul. Se había colocado en una de las mesas que había en la terraza, cerca de la puerta, y había sacado su teléfono móvil para centrar toda su atención en él.

Levanté una ceja en actitud interrogante hacia Guido, que sonreía ampliamente mientras continuaba secando vasos y colocándolos pulcramente en la estantería que teníamos detrás de la barra.

-Tiene toda la pinta de ser una turista inglesa -comentó con total naturalidad-. Y ya sabes que a mí el idioma se me da horriblemente mal.

Negué con la cabeza varias veces, divertido por su patética excusa. Desde que comenzó a trabajar en aquel bar, hace un par de días, Guido consiguió convertirse en lo más parecido a un amigo que pudiera tener en este pueblecito perdido en la costa italiana.

-¿Y por qué no usas esa excusa para intentar coquetear con ella? -pregunté con una media sonrisa.

Guido pareció horrorizado ante la idea.

-¡Eso sería una tragedia, imagínate que me equivoco con la pronunciación y digo algo que no quería decir! -exclamó-. Anda, ve. Ya me lo agradecerás después.

Me encogí de hombros, negando con la cabeza y saliendo de detrás de la barra para poder atender a la chica que aguardaba fuera, ahora con una revista de moda entre las manos. Compuse mi mejor sonrisa y carraspeé para llamar su atención; los ojos de ella me recorrieron de arriba abajo con un brillo de interés y diversión.

-¡Hola! -me saludó con una amplia sonrisa.

Me permití apoyarme en el respaldo de una de las sillas, con la libreta bailando entre mis dedos.

-¿De vacaciones? -pregunté.

Ella pestañeó con coquetería.

-Vivo aquí.

Mi sonrisa se hizo más amplia.

-Ya decía yo que tu rostro me resultaba de lo más familiar -comenté.

Ella se recolocó mejor en la mesa, apoyando la barbilla entre sus manos.

-¿Estás intentando coquetear conmigo? -preguntó la chica con una insidiosa sonrisa.

Me encogí de hombros.

-Estoy tratando de averiguar qué es lo que quieres tomar -respondí.

-Pues... no es tan difícil: un batido combinado de chocolate y caramelo -dictó lentamente para que pudiera darme tiempo a coger el pedido-. Y, si es posible, con extra de nata.

Lo apunté todo y le dirigí una última sonrisa antes de darme la vuelta para dirigirme a la barra, donde Guido no perdía detalle de lo que había sucedido en la terraza; cuando giré la cabeza hacia la chica, vi que había vuelto a centrarse en su revista de moda. Tenía el ceño fruncido y parecía bastante concentrada.

Le pasé el pedido a Guido y me quedé apoyado en la barra, observando cómo mi compañero se ponía manos a la obra. Quizá con demasiada efusividad.

-El caso... es que su cara me resulta familiar -comentó Guido, pensativo.

-Es de aquí.

Guido hizo un aspaviento con la mano y después chasqueó los dedos, como si hubiera caído en la cuenta de algo.

LAST ROMEOWhere stories live. Discover now