XLVII. RECUÉRDAME.

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R fue incapaz de mantenerme la mirada mucho más tiempo. Su acompañante, por el contrario, sonreía ampliamente y su mirada tenía un mensaje claro: «Victoria: me lo he follado, zorra». Era una lástima que creyera que R me importaba lo suficiente, que me había importado en el pasado, como para que pudiera sentirme herida por haberlos pillado en aquella guisa.

Esbocé una sonrisa de disculpa y me colé en el baño, esquivando a R y procurando mantener la mirada siempre centrada en el lavamanos. Había venido aquí porque necesitaba refrescarme del ambiente tan cargado del local, creyendo que R estaría en la pista de baile dando un espectáculo con Elsa.

Me había equivocado completamente.

Escuché a R moverse hacia la salida y pidiéndole a Elsa que lo acompañara, pero ella se negó en rotundo con el pretexto de que debía arreglarse un poco; noté la mirada de ambos clavada en mi espalda, pero seguí a lo mío.

No pude evitar quedarme petrificada cuando Elsa se acercó a uno de los lavamanos que había cerca de donde yo estaba; yo seguía manteniendo la vista clavada en mi reflejo, humedeciéndome la zona del escote y el cuello. Elsa se inclinó hacia el espejo y sonrió con suficiencia.

Íbamos al mismo curso y compartíamos clase, incluso la había invitado a mi cumpleaños por insistencia de Bonnie, pero jamás habíamos tenido una conversación propiamente dicha.

Elsa se recolocó la blusa que llevaba y se giró directamente hacia mí.

-A mí no me engañas con esa actitud de princesa de hielo, preciosa –me espetó de muy malas formas-. ¿Crees que así conseguirás que vuelva a meterse en tus bragas, zorra? Pues me temo que has escogido la estrategia equivocada.

Cerré el grifo con cuidado y me encaré a Elsa. No conseguía imaginarme a qué venía todo aquel numerito de amiga con derecho a roce posesiva y celosa y, por un momento, tuve miedo de que R pudiera haberle contado todo lo que mantuvimos en el pasado. Pero, de haberlo hecho, se estaría perjudicando a sí mismo.

Parpadeé varias veces con sorpresa.

-¿Perdona? –pregunté.

Elsa se inclinó en mi dirección con una sonrisa de suficiencia.

-Lo sé todo, cariño –me confesó en un tono condescendiente-. Aquella noche, en The Night, follamos en los baños y a él se le escapó tu nombre –ahogué un gemido de frustración que le hizo más amplia la sonrisa-. Tampoco hay que ser muy inteligente para sumar dos y dos, ¿eh?

Me pareció estúpido por mi parte negarlo cuando era tan evidente; alcé la barbilla, desafiante.

Procuré que Elsa no viera lo mucho que me había afectado escuchar de sus labios que había sido ella la persona con la que había estado R aquella noche, el día de mi cumpleaños, cuando Kendrick me había llamado para que pudiera ayudarle con su primo.

-Entonces sabrás que eso ya se terminó –dije lentamente-. Fui un pasatiempo más y un nombre que añadir a su interminable lista. Fin de la historia.

Intenté moverme hacia la salida, pero Elsa me cortó el paso con una sonrisa cruel.

-Exactamente, zorra –coincidió-. Pero conozco a muchas chicas como tú, que pretenden llamar una y otra vez su atención cuando su interés por ellas ya se ha agotado; piensas que mostrándote así de fría con él vas a conseguir que regrese con el rabo entre las piernas. Se ha cansado de ti, cariño, ríndete de una puta vez. ¿No tienes suficiente con Patrick Weiss? –finalizó con una sonrisa triunfal.

«Oh, yo ya me rendí hace tiempo», dije para mis adentros. Precisamente el mismo día que Romeo Beckendorf apareció de nuevo en mi vida, tras cuatro meses sin dar señales de vida y con un discurso que me hizo demasiado daño; era evidente que R no sentía el más mínimo interés por mí y que lo único que quedaba en su lugar era una rabia y ansia por hacerme sufrir que no lograba entender del todo.

LAST ROMEOWhere stories live. Discover now