L. ECOS DE AMOR. (1ª PARTE)

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No supe cómo interpretar la mirada que me envió Genevieve después de decidir aceptar la idea de Marko. El corazón se me había desbocado cuando fui consciente de la posibilidad de pasar un par de días a su lado, tal y como habíamos hecho aquel fin de semana; sin embargo, me recordé lo que había sucedido en el coche, cuando le había confesado por qué me había comportado de esa forma con ella.

Los sentimientos de Genevieve se habían enfriado; al fin había conseguido lo que me había propuesto en un principio, pero ahora eso no me hacía sentir mejor.

Ni siquiera un poquito.

-Será mejor que nos pongamos en marcha –intervino Marko-. La madrugada es el momento oportuno para poder movernos sin llamar mucho la atención.

Todos nos giramos a la par hacia Genevieve, que aún estaba junto al sofá; Brutus comenzó a gemir lastimosamente a mi lado, como si quisiera recordarme que seguía allí, a mi lado.

Le eché un vistazo a Brutus y él me sacó la lengua, contento de que hubiera centrado mi atención en lo que estaba haciendo.

-Yo ayudaré a Genevieve a preparar lo que necesite –se presentó Bonnie-. Y compraré lo que nos falte.

Desvié la mirada en dirección a Bonnie, que mantenía una actitud resuelta a pesar de llevar todo el maquillaje corrido y la ropa que había llevado en nuestra salida completamente arrugada. Aun así me sorprendió la entereza que trataba de aparentar para ayudar a su amiga.

-Conseguimos recoger algunas de sus cosas –dije, con una extraña sensación de incomodidad-. Las he dejado en mi habitación.

Marko dio una palmada.

-Estupendo, así podremos salir de inmediato –respondió, después se giró hacia mí-. Sería mejor que usaras otro coche, R. El Maserati llama demasiado la atención.

Asentí, conforme con lo que había dicho.

-Quizá podría usar algún Audi o BMW de mi padre –repuse-. Aunque, para ir a Larssen, únicamente puedo hacer uso del Maserati. Solamente tengo ese.

-Tendrás que dejarlo en tu casa –comentó Marko, pensativo-. De todas formas, mi casa no está muy lejos de la tuya.

Fruncí el ceño, cayendo en la cuenta de a qué casa se refería: la familia de Marko se dedicaba, mayoritariamente, al negocio inmobiliario; tenían varias propiedades repartidas por toda la ciudad y las afueras a las que daban uso en contadas ocasiones. Casi siempre las alquilaban a personajes importantes que venían de fuera para pasar unos cuantos días.

Marko me había comentado en alguna ocasión que sus padres estaban muy descontentos con un pequeño chalet al que no lograban sacarle el rendimiento que buscaban; había pasado por delante de la propiedad en un par de ocasiones y creía comprender por qué: era demasiado pequeño, en comparación con las mansiones que lo rodeaban, y no muy ostentoso.

-Pongámonos en marcha –propuso Marko.

Me adentré de nuevo en mi dormitorio, aún con el paño de hielo que me había preparado Genevieve pegado al costado, y cogí la bolsa que habíamos preparado apresuradamente antes de marcharnos de su apartamento; Brutus seguía trotando a mi lado, quizá temeroso de que pudiera olvidarlo. Antes de volver al salón me acerqué a mi armario y saqué una de mis camisas, pues no se me quitaba de la cabeza la imagen del pijama de Genevieve destrozado casi por completo.

Le lancé la camisa a Genevieve, quien la cogió al vuelto, y me miró con perplejidad; yo hice un aspaviento en su dirección.

-Necesitarás algo con lo que cubrirte –me expliqué.

LAST ROMEOWhere stories live. Discover now