XV. MIGHTY LONG FALL.

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GENEVIEVE

Nada más acercarme a Patrick para decirle que ya estaba preparada para marcharnos, tratando de mantener la calma y no echarme a llorar allí mismo, su rostro se iluminó como si fuera una lámpara y mi madre le dirigió una mirada demasiado ilusionada a mi padre, que le respondió con una breve sonrisa. El presidente Weiss y su esposa, por el contrario, no mostraron tanto entusiasmo como mis padres, aunque sí sonreían con educación.

Tenía miedo que, al volver a casa, mis padres dijeran que habían hablado con los padres de Weiss y que habían llegado a la misma conclusión: que podía mudarme a aquel apartamento. Y yo, la verdad, es que no quería irme de mi casa y abandonar a Michelle y Davinia… Aquello ya había sucedido en innumerables ocasiones: por ejemplo, Maisie Jones se mudó al apartamento de su «novio» (creo que sus padres la obligaron de una forma más directa que en mi caso) a las pocas semanas de empezar a salir con él y, al poco tiempo, había abandonado la academia. Bonnie juró que la había visto caminando por uno de los parques del Centro con un carrito de bebé.

No quería terminar como ella, abandonando todo y teniendo hijos tan temprano. Ni siquiera quería estar con Patrick.

Mi madre me aferró del brazo con una sonrisa viperina mientras mi hermana nos observaba por encima de su copa; mi padre, por el contrario, sonreía afablemente mientras charlaba con el presidente sobre algo que no pude oír.

-¡Qué emocionante! –exclamó, dirigiéndose más a Patrick que a mí-. Tu madre me ha dicho que no habías usado nunca ese apartamento, Patrick, y que está muy contenta de que, al fin, hayas decidido darle uso.

Patrick se sonrojó, lo que provocó que mi madre soltara una risita bastante coqueta.

-Nunca he tenido a nadie con quien quisiera ir –respondió.

Después de ese pequeño comentario, demasiado significativo para mí, Patrick tiró de mí hasta que salimos del salón y nos dirigimos a una zona que aún no había visto de la casa; llevaba directamente al jardín. Fuimos hacia el enorme garaje y esperé a que Patrick me hiciera una señal para entrar.

Cuando accedí a su interior, me quedé completamente boquiabierta: había hileras de coches tapados alineados en filas. Comparado con el de mi padre, aquello parecía un almacén de coches de lujo. Patrick se había situado al lado de uno, que estaba situado en la zona central, y aguardaba pacientemente, sujetando con fuerza la lona que cubría el automóvil. De un tirón, la lona cayó, dejando al descubierto un impresionante deportivo de color negro mate.

Vaya, Patrick parecía ser un amante de la velocidad. Y aquel garaje parecía ser prueba de aquel hobby.

-Es un Audi R8 –me explicó pacientemente él, mientras esperaba que soltara una exclamación de sorpresa o abriera mucho los ojos. Sin embargo, no tenía ni idea de este tipo de coches (ni de coches en general), por lo que me limité a entreabrir la boca, fingiendo sorpresa. Aquello pareció contentar a Patrick, que acarició el techo del coche con cariño-. Solamente tiene dos plazas aunque, por el momento, creo que nos serán suficientes –se rió de su propio chiste mientras cogía las llaves del coche del panel que había detrás de él y abría el coche.

Si esperaba que me riera, no lo consiguió y no hizo ningún comentario sobre el tema. Me indicó que me subiera mientras él se subía con un suspiro. Parecía que llevara sin coger el coche desde hacía mucho tiempo.

El coche no es que fuera muy amplio, comparado, por ejemplo, con el de R. Además, el Audi de Patrick no desprendía esa sensación de confortabilidad que me había dado el Alfa Romeo de R. Patrick comenzó a trastear en la pantalla que llevaba incorporada el coche mientras yo me cruzaba de brazos y me preguntaba qué estaría haciendo en aquellos precisos momentos R. ¿Se habría marchado ya con Zsofía? No podía negar que era bastante guapa, capaz de hacer que R sintiera curiosidad por ella. Quizá… no quería pensar en ello, aunque era una posibilidad,… quizá R habría decidido probar qué tal le sentaba estar con ella.

LAST ROMEOWhere stories live. Discover now