XIV. BECAUSE OF YOU.

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A pesar de ser propenso a las fiestas y de ser uno de los que más disfrutaban de la bebida y otros «placeres», aquélla me estaba aburriendo soberanamente. Y en parte era porque, mi encantadora prometida, no tenía otra cosa mejor que hacer que meterme mano discretamente. Sabía que era irresistible, pero Zsofía parecía estar deseando comerme. O algo peor.

Habíamos bailado un par de veces, pero ella parecía haberse aburrido de hacerlo, ya que no paraba de pisarme a propósito, fingiendo que se equivocaba y que estaba muy cansada de «dar vueltas como una peonza», según sus palabras. Además, a eso debíamos añadirle que parecía haberse bebido casi todo el champán que el presidente había decidido sacar para celebrar la ocasión. Sus mejillas sonrosadas y sus risitas ante cualquier cosa que dijera eran la prueba de que Zsofía estaba lista para marcharse a su casa y meterse directamente en la cama, si no decidía pasar antes por el baño para tratar de eliminar todo el alcohol que llevaba en su cuerpo.

Cada vez tenía más claro que Zsofía podría ganarme en cualquier competición que tuviera como objeto de la misma cualquier cosa relacionada con alcohol. En aquellos precisos momentos, estaba aferrada como si estuviéramos unidos por mi brazo y charlaba animadamente con una chica que parecía conocerla y que tenía los ojos abiertos como platos al reconocerme. Por debajo de esa sorpresa, se podía leer el siguiente mensaje en sus ojos y que Zsofía no era capaz de ver de semejante borrachera que tenía encima: «Eres una zorra con suerte». Y, a ser sinceros, tenía demasiada razón. Hasta aquel momento, nadie le había echado el lazo a R Beckendorf y, de la noche a la mañana, se había prometido con una chica. Iba a ser la comidilla de la ciudad durante una buena temporada. Y cuando llegara el momento de la boda, ¡puf!, no quería ni imaginármelo sin que me entraran unas náuseas más típicas de una buena borrachera que de una boda.

Al ver tambalearse a Zsofía, pensé que ya había habido suficiente por hoy y que era mejor que nos marcháramos ya. La aparté de su amiga, que parecía cansarse de su continuo parloteo, y esbocé mi mejor sonrisa. Lo que no fue difícil.

-¿Por qué no nos marchamos ya? –le propuse-. Tienes aspecto de estar agotada… -«además de estar como una cuba», añadí para mis adentros.

Zsofía parpadeó varias veces, como si no hubiera entendido ni una palabra de las que había dicho, y se puso a hacer pucheros. ¡Vaya, qué estampa tan adorable! La próxima vez que mi padre intentara buscarme una buena esposa, me gustaría que constaran todos sus datos, incluso «si tenía afición a todo tipo de bebidas alcohólicas y poca resistencia a ellas». Recé para que no montara ninguna escenita, bastante duro era ver ya a Genevieve siendo magreada por Weiss como para que Zsofía montara cualquier espectáculo y pensara cualquier cosa de mí.

-¿Tenemos que irnos ya? –se le trababa la lengua una barbaridad y me pregunté si su amiga no habría entendido ni una palabra de la que le había dicho antes-. ¡Pero si aún no han hecho el anuncio oficial!

Sus ojillos se le habían puesto húmedos y aquello era como el preludio antes de que estallara la tormenta. Y yo no quería que estallara ninguna tormenta, ni que Zsofía comenzara a llorar como si fuera una cría a la que le hubieran dicho «¡no!» a algo que hubiera pedido.

Esta chica estaba acostumbrada a que todo el mundo cumpliera todos sus deseos sin rechistar. El problema estaba en que yo también era ese tipo de persona y odiaba a la gente que no me obedecía. Como ella.

Tendría que ceder, al menos en eso. Había ganado el primer asalto con sus pucheros, pero aún quedaba más combate.

Me crucé de brazos y ella me miró con un brillo de esperanza en sus ojos color miel. Incluso se le marcaron los hoyuelos.

LAST ROMEOOnde as histórias ganham vida. Descobre agora