Kiss

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Advertencia:

Contenido sexual: No.

Consumo de drogas/alcohol: No

Violencia: No.

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El dia estaba bastante despejado y al ser fin de semana, Emma se encontraba descansando en su apartamento. El Empire  State se veía igual de imponente cómo siempre desde la ventana de la sala. Y al ser sábado, la música en español ambientaba el lugar.

Tomando café, Emma veía a cualquier punto de la cocina, pérdida en sus pensamientos como pasaba cada mañana. Sin embargo, los últimos días esos pensamientos se basaban todos en un mismo tema. A decir la verdad, en una misma persona.

Es que no podía dejar de escuchar una y otra vez lo que sus amigos le habían dicho. Quería evitar caer en sus tontas teorías pero, poco a poco, encontraba pruebas de que tal vez, no eran solo eso. Revivía cada mirada, cada toque, risa, juego. Pero por otro lado, su parte más razonable le decía que era imposible.

Era imposible que Sebastian se sintiera así por ella. Sebastian era todo un hombre, un hombre deseado por demasiadas personas. Podría tener a cualquier en su cama, no había posibilidad que entre tantas opciones él se fijara en ella. Y si, se habían acercado estos últimos meses, pero Emma siempre se dejaba en claro de que no podía permitirse ningún tipo de pensamiento más allá del de una amistad, no si quería seguir hablando con él lo más normal posible.

Sin embargo, se encontraba divagando por la línea de su rostro, dibujando poco a poco sus ojos, luego su nariz y poco a poco sus labios, creciendo las ganas de saber cómo se sienten. Se imaginó sus manos grandes y sus  brazos venosos alrededor de ella. Sintió el olor a su colonia y pudo divisar la chaqueta de cuero siendo amoldada a la forma de su espalda ancha. Y nuevamente estaba allí, delirando a plena luz del día con su compañero de trabajo y aunque ella no quisiera aceptarlo en voz alta, el causante de su insomnio.

Creyó que al estar en otro mundo viajando, se había imaginado escuchar el sonido del teléfono, pero cuando se repitió se encaminó a contestar, confusa.

— ¿Buenas?

— Señorita McVoy.— Era el vigilante.— Hay un señor acá abajo que dice vino a visitarla, pero usted no ha notificado nada.— ¿Alguien había venido?

— Jeff ¿Me podrías decir cuál es su nombre?— Escuchó un par de palabras antes de volver a escuchar al vigilante.

— Dice ser un tal Sebastian Stan. Dice que es su compañero de trabajo.— Y la respiración de Emma paró, sin saber que hacer.— ¿Lo dejo pasar o llamo a seguridad?

McVoy agitó la cabeza, intentando alejar los pensamientos y dudas y pensar claro.— Sisi, dile que suba. Gracias Jeff.

— Está bien señorita, descuide.

Emma dejó el teléfono para intentar decifrar antes de que llegara su compañero, porqué estaría allí. Pasó a su cuarto y en un momento, al ver su reflejo, empezó a entrar en pánico. Estaba hecha un desastre.

Nunca antes había agradecido vivir tan arriba, pero ahora aprovechó el tiempo en el que Seb se podría tardar, rogando que tuviera que haber esperado el ascensor. Se colocó un suéter ancho, se amarró el cabello en una cebolla alta y se colocó unos pantalones de pijama. Y es que aunque ahora no se viera como para ir a una alfombra roja, por lo menos estaba más decente.

Antes de que pudiera hacer algo más el timbre sonó y respirando, intentando controlarse, fue a abrir, rogando porque no le diera un infarto al verlo.

Sebastian Stan One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora