Give me love

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Advertencia:

Contenido sexual: No.

Consumo de drogas/alcohol: Si [Alcohol]

Violencia: No.

2/2

Canción: La carretera [Prince Royce]
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Dos semanas después.

Me encontraba en el bar, el mismo donde antes lo había visto a él con todas las mujeres posibles, donde poco a poco mi corazón se calló pedazo a pedazo junto con sus acciones.

Tenía un vestido azul simple, mi cabello suelto y un tequila pasaba por mi garganta junto a la sal y al jugo de limón. Mis ojos estaban ya acostumbrados a la oscuridad del lugar y una tormenta caía afuera del establecimiento.

Chace, un viejo amigo, estaba sentado a un lado mío, él había escuchado todo mi llanto y mis quejas siendo el culpable un idiota. Un idiota que por más que quisiera seguía en mi mente, atormentandome con los recuerdos, las memorias dolorosas que le restregaban sal a las heridas.

Dos semanas se habían pasado, dos semanas sin escuchar su voz, sin ver sus ojos, sin contemplar su sonrisa, dos semanas donde todo se había convertido en llanto, helado, llanto y cosas rotas, entre ellas mi corazón.

Estaba apunto de ir por el segundo tequila, no tenía nada que perder, no tenía nada que ganar, sólo buscaba un consuelo en algo que nunca le había visto mucha lógica.

Pero cuando dirigí mi mirada hacia la entrada, ahí estaba él, con el cabello rebelde debido a la lluvia, su chaqueta de cuero, la camisa blanca y simplemente él.

Parpadié varias veces pensando que lo había imaginado, que él no podía estar ahí, justo entrando por la puerta que había presenciado tanto. Pero si, era él, Sebastian estaba parado en la puerta, viendo todo a su alrededor. Estaba mal, se veía a kilómetros, sus ojos no tenían ese brillo que te hacía enamorar, la barba la tenía descuidada y se veía cansado.

Narrador omnisciente.

La carretera ya lo estaba hartando, día trás día intentando olvidar a alguien que tenía más que claro que nunca podría borrar de su mente.

La música lo acompañaba mientras las gotas caían por todos lados, pero no solo el exterior estaba presenciado el dolor del cielo. Desesperado la buscaba, rogando a todos los cielos que viera su pelo hermoso o su mirada perdida.

Sin darse cuenta la canción de ella empezó a sonar, esa que tantas veces habían bailado jugando, esa que había presenciado la cantidad de veces que la miró deseando poder probar sus labios, la cantidad de veces que la había hecho reír.

Apretó el agarre del volante, cansado y con dolor, el peor dolor que cualquier humano podría sentir.

Sus ojos ardían, los sollozos estuvieron presente después de un tiempo.

Se lamentaba, cómo lo hacía, las disculpas ya estaban desgastadas, tantas veces los asientos habían escuchado esas palabras que sabían lo cobarde que se sentía.

En su bolso traía su última oportunidad, aquella que había estado haciendo sin descanso, aquella que le había quitado tantas lágrimas, suspiros y noches. La había hecho con un sólo propósito, que ella supiera lo que él sentía, no importaba si lo rechazaba o no, él solo quería que ella supiera lo que él sentía, aquello que no pudo decir con palabras.

Sebastian Stan One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora