Christmas

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Advertencia:

Contenido sexual: No.

Consumo de drogas/alcohol: No

Violencia: No.

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El clima estaba fresco, aunque había una pequeña capa de nieve cubriendo todos los techos, la brisa que soplaba lentamente hacia todo más relajante.

Se escuchaban las diferentes canciones que provenían de cada casa y las luces iluminaban todas las calles del pueblo. Habían más carros de los acostumbrados, probablemente por causa de los familiares que iban a reunirse, volviendo a su antiguo hogar.

En la última casa, de la calle del medio de una de las urbanizaciones del lugar, todo estaba iluminado de colores azules y blancos, haciendo juego con un par de decoraciones doradas.

Los dueños de la casa estaban terminando de cocinar la cena de esa noche, poniéndole un toque especial debido a la ocasión. Olía a madera vieja, pino recién cortado y la mezcla de olores que emanaban del horno y hornillas de la cocina.

Mientras Sebastian picaba las últimas cosas para la ensalada, Lía probaba un poco del jugo que acababa de hacer. La mesa estaba puesta, de fondo sonaba alguna canción navideña y la calefacción encendida. Todo estaba realmente casi listo.

— Querida ¿Me podrías pasar la sal?— La mujer hizo lo pedido, dándole una pequeña sonrisa a su esposo.

— No le pongas tanta sal, mira que ya tu sistema no es el de antes.

— De qué hablas, mujer. Y si ese fuera el caso, ahora lo que estoy es más fuerte.— Ambos rieron, continuando con su labor, sintiéndose más que bien sólo con la compañía del otro.

Una vez listo todo y pasado unos cuantos minutos, el timbre de la vieja casa sonó, haciendo que ambos dueños, limpiándose las manos y acomodando un par de cosas de camino a la puerta, fueran a abrirle a sus invitados.

— ¡Abuelooooooooos!— Los dos señores sonrieron, felices de más por ver a sus nietos nuevamente. Antes de que pudieran abrazarse, la madre de los niños habló.

— ¡Tienen que lavarse las manos primero y desinfectar todo, amores!— Tanto los más jóvenes como los más viejos hicieron caras de fastidio, todavía no acostumbrados a la nueva normalidad. Los muchachos resoplaron, haciendo caso.

Todos los invitados se fueron quitando los zapatos y los abrigos en la entrada y luego de lavarse las manos, dejando en una mesa a parte lo que habían traído, comenzaron a desinfectar todo con alcohol.

Desde la cocina ambos señores veían todos juiciosos, no entiendo cuál era el protocolo. Habían superado cosas peores que un virus, o bueno, eso afirmaban ellos.

Esta vez, ya fuera de cualquier riesgo, todos se saludaron con un abrazo, confesando cuanto habían extrañado estar en esa casa y en familia. Habían aproximadamente más de 10 personas, contando padres, hijos y nietos.

Las horas fueron pasando mientras una conversación amena se llevaba en el hogar. Nunca habían sido una familia de problemas y estas fechas realmente las disfrutaban. Todos estaban tan ocupados en su cotidianidad que ir a ese pequeño pueblo, alejado del alboroto de las grandes ciudades y de los problemas que en la vida surgen, cada uno de los presentes esa noche se sentían seguros, tranquilos.

Poco a poco el momento de la cena llegó y sentándose todos a comer, dieron gracias al Dios en que creían, haciendo que el mayor de los nietos diera un pequeño discurso. En el fondo, mientras todos mencionaban que buena había quedado la comida de los abuelos, como siempre, sonaba una mezcla de canciones en inglés y español.

La hora de los regalos sería a la mañana siguiente y para el momento en que los mayores habían terminado de lavar y acomodar el desastre causado por la cena, la mayoría de los menores ya estaban durmiendo por lo muebles, el piso y los cuartos. Los padres de cada uno, llevando a los que faltaban a las habitaciones, confirmaron que estuvieran cómodos y bajaron, a disfrutar un poco del tiempo sin niños, pudiendo tomar y hablar sin tanta moderación.

El tiempo pasó, entre deseos, cuentos y memorias de todos, sacando un par de fotos de los álbunes que todos los años sacaban. Hablaron del pasado, presente y futuro de cada uno y llegó un momento donde habían pequeños grupos de adultos hablando esparcidos por toda la planta baja de la casa.

A un lado de la chimenea, que encendida brindaba aún más calor junto a la calefacción, en los dos sillones de los más viejos del hogar se encontraban estos, tomando un poco y escuchando la música que sonaba. Ambos eran extremadamente felices, habían hecho una vida de la cual se sentían orgullosos, tuvieron sus hijos, compraron su casa, criaron bien a sus muchachos y ahora estaban muy conformes con su actualidad, aunque a veces los dolores y las limitaciones de las cuales sufrían los molestaran un poco.

Desde que se conocieron fueron una pareja muy bonita, lejos de la perfección, pero muy cerca del amor y de las ganas de ser mejor por cada uno. Habían pasado sus momentos de dolor y problemas, pero el deseo de pasar la vida juntos había sido mucho mayor que las problemáticas que surgieron a lo largo de su camino.

Habían sido unos novios divertidos, riéndose de todos y saliendo de lo que para la época era lo normal. Habían sido conflictivos, marchando a favor de causas que solo en el presente estaban siendo vistas y respetadas y aunque tuvieron miedo de no seguir con vida un par de veces, estaban ahí, hoy en día, en plena navidad, sentados con la familia que habían creado viendo el fruto de su pasión y cariño infinito.

Siempre intentaban no demostrar la nostalgia que la época les traía, debido a los recuerdos de cómo fueron sus tiempos y de sus amigos y familiares que ahora descansaban en paz. Se concentraban en que habían sido felices, hicieron lo más que pudieron y conocieron a muchas buenas personas. Sin embargo, saber que sus momentos de protagonismo habían acabado era algo que les pegaba bastante. Además, el miedo que año tras año crecía de perder al otro, aunque silencioso, era una pequeña herida que cada vez que se veían dolía.

— Quien diría que llegarías aquí, idiota.— Susurrando, sin querer ser escuchada por los demás, la señora Lía le hablaba a su marido.— Y pensar que cuando te caíste manejando bicicleta pensé que ahí habías quedado.

El hombre, ya con el pelo blanco, sentado en el sillón de al lado, rió tenuemente, recordando el evento. — Manejar bicicleta siempre fue más difícil de lo que pensé.— Está vez fue la señora quien rió.— Igualmente, tu no te alejas de esa realidad ¿O olvidaste la vez que casi nos matas cuando aprendias a manejar?

Ambos rieron, recordando que el dueño del otro carro, bastante caro para la época, casi los manda presos. Se quedaron en silencio, viendo através de la ventana que comenzaba a nevar y en el equipo de sonido que tenían, que aunque viejo servía como nuevo, comenzó a sonar un bolero. Sonrieron, los dos reviviendo la misma memoria.

Se miraron, cómplices de un secreto que habían ocultado entre ambos desde hace mucho tiempo y del que cada vez sentían más falta. Poco a poco, dejando en segundo plano su casa y los presentes, viajaron hacia aquella memoria.

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Feliz navidad, pequeñas criaturas del señor.
Viene una tercera y última parte de "Words", pero mientras la escribo quise subir este.
Lxs quiero, cuídense.
TDG.

Sebastian Stan One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora