Capítulo 46 - ¿Quién dijo que la locura era mala?

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Eduardo estaba sentado sobre su alfombra color gris claro, era una nueva que su Madre le había comprado hace unas semanas, el chico en silencio cambiaba página por página de uno libro de fotos que había tomado Charlie December el año pasado. Escuchaba música por sus audífonos hasta que sintió una presencia a su lado, giró su rostro y soltó una pequeña sonrisa cuando vio a Lautaro.

—Hola —el rubio le quitó sus audífonos y puso se cabeza en el hombro del pelinegro —¿Qué estás haciendo?

—Tratando de distraerme un poco... mi día estuvo... raro.

—Ya, tu Padre me lo contó todo —Lau llevaba el uniforme de Policía —Nunca pensé que dos compañeros míos fueran tan desgraciados.

—Estuvieron allí todo el tiempo —Eduardo dejó su libro a un lado —Marcos mirándote a ti, y Oliver escondiendo el pasado, ¿Cómo es que nunca lo vi antes?

—Oliver siempre se la pasaba metido dentro de las oficinas, solo lo veía cuando se le perdían los bolígrafos y salía a pedirnos uno —Lautaro presionó sus labios y luego miró a su novio —Lo siento, por no haberme dado cuenta antes.

—¿Qué dices? No tenías como saberlo, ahora solo nos queda cuidarnos, mi Papá ya hizo la denuncia oficial esta tarde; los están buscando a ambos.

—¿Dónde crees que estén?

—En un motel de la mala muerte probablemente —Lau rió y le tomó las manos a su chico.

—Oye, prometo cuidarte ¿Okay? No me separaré de tu lado ningún segundo.

—Serán dos, Tadeo me prometió lo mismo —Lautaro reflejó una carcajada, Eduardo volvió a sostener su libro y ambos comenzaron a verlo, la familia cenó toda junta y Lau se quedó otro rato con el chico en su cuarto.

Cuando ya era algo tarde, Lau besó a Eduardo por última vez y comenzó a bajar las escaleras, la mamá de los chicos le llevó a casa, no quería que caminara solo, le aterraba la idea de que algo le sucediera otra vez.

Durante la cena al otro día, Eduardo miraba la hora esperando a que Lautaro llegara a casa, pero Collin estaba resfriado así que Lau no podría ir; el chico algo desanimado pero entendiendo completamente la situación; comió en silencio hasta que un mensaje llegó al teléfono de su Padre, el rostro pálido y horrorizado le espantó.

—¿Qué sucede? —preguntó el menor.

—Me acaba de llegar un mensaje de la universidad... —dijo entre dientes.

—¿Qué? ¿Es algo malo? Pero... pero... no he faltado a clases, no ha habido exámenes y tampoco...

—Es por Tadeo —el chico tenía la mirada baja, sabía perfectamente qué había hecho —¿Les dices tú?

—¿Qué es lo que pasa?

—Mamá yo... es que...

—Tadeo no se registró para el nuevo semestre.

—Es que no quiero ser abogado, Papá las leyes no son lo mío.

—¿Y qué? ¿Me lo vienes a decir ahora después de casi seis semestres? Es lo mismo que a estas alturas Eduardo viniera a decirme que no quiere ser Doctor ¿En qué estabas pensando? Si no me llega un correo por la matricula, no me entero.

—Tadeo ¿Por qué lo hiciste? —preguntó su Madre, tratando de sonar lo más razonable posible.

—Quiero... trabajar —el chico se puso de pie, regresó con su bolso y sacó el periódico —Miren, en el centro hay un videoclub y necesitan ayuda para...

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