Capítulo 19 - Necesitas escuchar lo que siento

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Josefina cerraba la puerta de su casillero con fuerza, abrió su boca y se sacudió el cabello para intentar calmarse.

—¿Tú qué?

—Que quizás... me guste Lautaro.

—¡Te lo dije! Maldita sea ¿Por qué nunca me escuchas? —Eduardo mordió su labio inferior incómodo y bajó la mirada.

—Te lo dije hace un tiempo, no estoy en mi mejor momento para enamorarme.

—Pero tú no decides cuando pasa, si te gusta Lautaro solo debes confesárselo.

—Si claro, y de paso perder su amistad, muy bonita idea —Eduardo rodeó la mirada, caminó hacia su casillero y Josefina lo seguía mientras su mente explotaba.

—¡¿Qué dices?! Es obvio que también le gustas, solo ve y habla con él.

—No quiero —respondió inquieto —Solo te lo dije porque llevaba casi todo el fin de semana con el sentimiento atorado en mí, pero es todo, no quiero... consejos o... ideas para enamorar a Lautaro.

—Pero...

—Por favor... —rogó el chico, Josefina presionó sus labios para tragarse sus palabras, asintió en silencio y fingió una sonrisa.

—De acuerdo, de todos modos es bueno que al menos lo aceptes ¿Si? —Eduardo no asintió, solo pestañeó un par de veces mientras fingía ordenar cosas en su casillero —Voy a ir a la cafetería por algo de limonada ¿Te traigo algo?

—No, gracias —la chica aceptó la negatividad y salió caminando en reversa, mirando a su amigo por unos segundos para luego darse media vuelta y alejarse algo triste.

Eduardo maldecía un poco en silencio hasta que sintió una presencia a su lado, cerró la puerta del locker y Omar tartamudeó un poco antes de hablar.

—Ho... hola —dijo —Solo... solo quería... quería saber que tal estás, después de lo del otro día me quedé preocupado.

—¿El otro día?

—La biblioteca —Eduardo entendió que Omar hablaba del ataque de asma que le había atacado en ese momento, el pelinegro le quitó importancia al asunto y respondió con despreocupación.

—Solo son ataques de asma, es normal en mí.

—Ya... entiendo —Omar lo miró a los ojos y luego levantó los hombros con resignación, pasó por al lado del pelinegro y Eduardo lo vio alejarse por el mismo pasillo que Josefina, todos a su alrededor se alejaban.

Durante el día Eduardo se sentía nervioso y tenso, el hecho de haber dejado de lado la medicación lo mantenía muy irritable, al punto de morderse la lengua para no decir alguna pesadez, su mal humor regresaba.

Entrando a su camioneta, condujo con normalidad mientras en su radio no sonaba ninguna canción que le agradara.

—Maldita sea —el chico bajó un poco el cuerpo para conectar su móvil, al levantarse se percató que estaba por saltarse una luz roja, frenó de golpe y su respiración se agotó de sus pulmones. Tardó mucho en volver a tener aire, con luz verde volvió a conducir un poco más lento, llegando a su casa y encerrándose en su cuarto mientras no tenía apetito.

Estaba de mal humor, no soportaba el hecho de que el tratamiento no estaba funcionando, o quizás eso era lo que su cerebro trataba de hacerle creer, puesto que en un momento pensó que su enfado era por finalmente haber aceptado que Lautaro era más que un amigo, y él no se animaba a actuar, no mientras su personalidad fuera una caja de sorpresas.

Así paso casi toda su semana, llegando el viernes por la tarde donde Josefina le insistía en que debía salir a distraerse, había una gran fiesta en casa de una chica de la Universidad, esos cumpleaños que celebran en casas gigantescas con piscina mientras los Padres nunca están.

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