Eduardo es un chico que puede sonreír o asentir durante todo el tiempo sin problema, pero cuando la puerta de su habitación se cierra, una oscuridad pinta las paredes de su cuarto, Edu vive soportando un secreto que lo destruye y lo aleja de la feli...
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Lautaro dejaba caer algo de mostaza en sus patatas fritas mientras que Eduardo solo miraba su plato, dándole pequeños sorbos a su malteada y aceptando que no tenía hambre.
Eran las 3 de la mañana, Lau y Edu estaban en un restaurant que atendía las 24 horas, no había nadie más alrededor a excepción de ellos dos.
—Entonces lo más seguro es que a Omar le siga sangrando la nariz —rió Lautaro —lo siento, lo siento, no debería reírme, pero joder siempre está jodiendo las cosas —El rubio estaba enfadado, si Omar no hubiera interrumpido, lo más probable es que él y Eduardo ya se hubieran besado.
—¿No tendrás problemas por esto? Comienzo a creer que puede causar alguna represalia.
—Claro que no, tranquilo bonito —Lautaro le guiñó la mirada a Eduardo, el pelinegro sonrío y comió algunas de sus patatas —Bueno, es tarde, ¿Tus Padres no se van a enfadar contigo por llegar en la madrugada?
—No —mintió Edu, su teléfono hace ya un rato que se había descargado, así que estaba seguro que si alguno de sus Padres le llamó, la contestadora le mandó a buzón de voz de forma directa, lo que traslada a Eduardo en problemas de forma inmediata —Tranquilo, ¿Qué hay de ti?
—Tengo días libres ¿Recuerdas? Puedo hacer lo que quiera.
—Supongo que tienes razón —Eduardo se quedó en silencio, bebiendo su malteada de fresa la que ya iba por la mitad.
—Bueno, lo de hoy en la noche creo que nos hace oficialmente novios falsos —dijo Lau asintiendo —Pero no hemos llegado a ser muy buenos amigos, te conozco muy poco, ¿Te parece si hablamos tú y yo?
—¿De qué te gustaría hablar?
—Veamos... —Lautaro pensó mientras masticaba una patata frita, llegando a la conclusión de que puedes conocer muy bien a las personas solo sabiendo sus primeras veces —¿A qué edad te diste cuenta que te gustaban los chicos?
—Siempre lo supe —dijo Eduardo sin pensarlo —No es algo que haya descubierto al enamorarme de alguien, mientras iba creciendo lo iba aceptando, supongo que la semilla siempre estuvo allí —Eduardo no tenía que preguntarle su historia de descubrimiento a Lautaro, puesto que el pelinegro ya se la sabía —Tu primer beso, ¿Con quién fue tu primer beso?
—Con Galia —rodeó la mirada Lautaro —Todas mis primeras veces fueron con Galia, ¿Qué hay del tuyo?
—Mi primer beso con una chica fue cuando una compañera de grado me robó uno en el Colegio, creo que le gustaba o algo así, mi primer beso con un chico fue... tenía 15, besé a un chico que estuvo hablando conmigo durante toda la noche en un cumpleaños, nunca más lo volví a ver —Eduardo soltó una carcajada avergonzado.
—Besos de una noche, interesante —rió Lautaro —¿Qué hay de tu primera vez?
—Con una chica, nunca, con un chico... —Eduardo se congeló, su presión bajo de forma inmediata y por un momento su mirada quedó estática —Con un chico en una fiesta también, pero no tiene importancia, fue esa noche y ya.
