Capítulo 38 - Dos buenos y uno malo

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Eduardo salía de la consulta clínica, se subía al vehículo de su Madre y ésta comenzaba a conducir para llevarlo de regreso a la Universidad.

—¿Estás bien? —pregunta —¿Te duele algo?

—No —respondió de forma sincera —Lamento haberte ocultado lo del dolor en el corazón, creí que se me pasaría.

—Ya, tranquilo, los exámenes estarán en dos días más, podemos con esto ¿Si? El doctor dijo que no te preocuparas.

—Ya... —dijo de forma distante, su Madre estacionó frente a la entrada de la Uni, Edu tomó sus cosas y agradeció que le acompañaran, algo distraído caminó por los pasillos hasta que su cuerpo chocó con Omar.

—Ay lo siento —dijo el chico asustado —¿Te sientes bien?

—Si —dijo —fui al doctor por lo de ayer, pero ¿Y tú? ¿No vas a clases?

—Voy a la biblioteca —respondió con un tono de voz carente de alegría —tengo que estudiar unas cosas y...

—Estás evitando a Augusto —arqueó la ceja con enfado —Omar, no puedes saltarte la clase en la que estamos con él, ya faltaste una vez.

—Pero voy bien, además...

—Además —dijo el chico, tomando su mano —No vale la pena dejar que el promedio caiga por un chico ¿Cierto?

—Pero es que...

—¡¿Cierto?! —preguntó con énfasis, Omar terminó asintiendo y Eduardo lo llevó a clases, tomando asiento con él hasta que Josefina llegó y entendió más o menos lo que sucedía, así que se quedó al lado de Augusto, había un ambiente tenso entre ambos chicos que Edu y Jose siempre trataban de reparar, pero era imposible, toda la clase fue un infierno.

Saliendo, Josefina se preocupó por su amigo, abrazándolo primero y luego haciéndole millones de preguntas sobre su visita al doctor, Eduardo estaba tranquilo, no quería preocuparse antes de tiempo, aunque se sentía cansado sin razón alguna.

Terminando la Uni, Omar llegó a su casa al no tener turno en el supermercado, se acostó a dormir aún cuando tenía varias cosas que estudiar, a las horas su Padre llegó a casa y decidió no molestarlo, pensando que el chico quería descansar, pero en realidad lo que Omar necesitaba era ser reconfortado y escuchado por algunos minutos, no se sentía para nada bien.

Un poco más temprano, Lautaro caminaba por el centro junto a Mckay y Marcos, los chicos llegaron hasta un bar de mala muerte que tenía sillas rotas por todos lados y ebrios que ni siquiera sabían lo que tenían en el vaso.

—Hola —saludó el rubio —Lautaro Alarcón, de la quinta estación de policía de la ciudad, ¿Puedo hacerle unas preguntas? —el tipo que atendía la barra asintió —¿Podría decirme si usted alguna vez ha visto... comportamiento sospechoso en alguno de sus clientes?

—Venta de drogas, sustancias —guiñó la mirada Mckay —todo lo que no sea legal.

—Pues... siempre —dijo riendo de forma irónica —Esto es un bar, en todos pasa lo mismo.

—¿No conoce el origen de esta droga? —Lautaro sacó de su bolsillo una pastilla amarilla que producía sensaciones muy raras al beber —¿La conoce?

—Si, pero no sé quien la vende.

—Puede ser honesto con nosotros —dijo Mckay —podemos conseguirle inmunidad si es que habla.

Solo TúWhere stories live. Discover now