Capítulo 17 - Fresas con golpes

5K 577 224
                                    

Lautaro abría sus ojos lentamente, al sentirse un poco consiente se dio cuenta que Eduardo ya había despertado, ambos chicos se miraban a los ojos mientras se mantenían a diez centímetros de distancia.

—Buenos días —dijo Lautaro.

—¿Te he despertado?

—No... ¿Qué hora es?

—No sé —rió —Desperté hace un rato y... y...

—Y te quedaste embobado por mi belleza, ya, no te culpo, soy rubio natural.

—Bájate de la nube.

—Cállate —Lautaro se le subió encima al chico, comenzó a hacerle cosquillas, Eduardo trató de levantarse pero solo logró acercarse más al chico —Hola —sonrió.

—Hola —Eduardo le puso las manos en el borde de la remera color mostaza, se la comenzó a levantar poco a poco hasta que se la quitó, Edu lo miró fijo hasta que puso sus manos en el pecho del chico —Lautaro —dijo —Lautaro —volvió a repetir —¡Lautaro despierta! —Lau abrió los ojos asustado, aún estaba acostado abrazado a la almohada, Eduardo le sonrió mientras se acomodaba el cabello y dejaba caer la sudadera en su cuerpo.

—¿Qué... pasa? —preguntó el rubio mientras el sueño que estaba teniendo aún permanecía muy real en su mente.

—Mi Padre me está esperando fuera, ha venido por mí... gracias por dejarme pasar la noche acá.

—¿Qué? ¿Ya te vas? ¿No... no vas a tomar desayuno? —Lautaro se puso de pie, se frotó los ojos y Eduardo se quedó algo embobado, Lau estaba sin camiseta, mostrando sin querer su cuerpo entrenado de policía.

—Emm, sí... supongo que tomaré desayuno en mi casa... gracias por... por todo —Eduardo mordió su labio inferior, se despidió por última vez y abrió la puerta para salir. Lautaro se quedó solo en su cuarto, se puso de pie y sin querer se miró al espejo, vio su apariencia semidesnuda y arrugó la nariz con disgusto.

—Malditas patatas fritas —dijo viendo su estómago, el cual tenía cero resto de grasa alguna.

Eduardo respiró agotado, se dio media vuelta y vio a una mujer frente a la cocina, aquella estaba hirviendo agua y preparando cereal con leche para el desayuno.

—Hola —dijo ella sonriendo.

—Eh... hola —Eduardo estaba algo nervioso —Soy... soy Eduardo.

—Ya, amigo de Lautaro supongo.

—Sí.

—Es un gusto cariño, ¿Ya te vas? ¿No tomaras desayuno?

—Mi Padre me está esperando allá fuera, lo lamento, ¿Quizás para la otra?

—Claro, ha sido un gusto.

—Igual para mí —Eduardo pestañeó tres veces rápido, tomó su bolso y se acercó a la puerta de salida, sonrió por última vez antes de salir. Ella vio al chico irse y escuchó como la puerta de Lautaro se abría, el rubio salía aún algo somnoliento —Noche divertida para ti por lo que veo.

—Ojalá —dijo.

—Pues para la próxima asegúrate de ponerle seguro a la puerta, a menos que quieras que tu Padre se entere al ver algo... algo de acción.

—Ay Mamá, hablaré con él ¿Si? Sabes que lo he intentado, pero no encuentro las palabras.

—Las encontrarás, tranquilo —ella le guiñó la mirada, puso el bol con cereal con leche en la mesa y Lautaro entendió que el desayuno estaba listo.

Solo TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora