Capítulo 9 - ¿Cual es tú problema?

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Rodolfo entrelazaba sus manos mientras miraba detenidamente a Eduardo, quien guardaba silencio sentado en el sofá de la habitación

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Rodolfo entrelazaba sus manos mientras miraba detenidamente a Eduardo, quien guardaba silencio sentado en el sofá de la habitación.

—Llevas cinco minutos sin decir nada —le aclaró al pelinegro —Solo asientes o niegas a lo que digo.

—Se lo dije la primera vez que vine, no tengo mucho que contar, mi vida es aburrida.

—¿Has seguido escribiendo en tu diario?

—Lo hice una vez —levantó los hombros con resignación —no me gustó eso de escribir mis sentimientos.

—Pienso que deberías intentarlo al menos una vez más.

—Si usted lo dice.

—Estás más pesado que de costumbre —el psicólogo se puso de pie, se acercó a su escritorio y tomó una pequeña barra de chocolate, se la entregó a Eduardo mientras tomó asiento a su lado —Endúlzate un poco, por favor.

—Gra... gracias.

—Eduardo, ¿Estás tomando la medicación que te receté en conjunto con el doctor? Y no hablo sobre los inhaladores por el asma, hablo de....

—Si lo sé —dijo Eduardo —Lo hago, la estoy tomando.

—No es cierto.

—Claro que sí.

—No —negó el psicólogo con lentitud —si lo estuvieras haciendo no estarías tan de mal humor el día de hoy, quizás a tu Madre puedas engañar, pero a mí no —Eduardo bajó la mirada, presionó sus labios y luego asintió.

—No lo hago —confesó —No quiero, no tengo ganas de depender de pastillas para ser feliz o estar relajado, puedo trabajar eso yo mismo.

—Eduardo, no puedes manejar esto solo, necesitas apoyo.

—Necesito ir a clases —Eduardo se puso de pie y tomó su bolso —Tengo que estar en veinte minutos en la Universidad, debo irme.

—Antes de que te vayas —le detuvo el psicólogo —Intenta escribir una vez más en tu diario, y analiza la situación del medicamento, investiga por tu cuenta si es que no quieres escucharme —Eduardo lo miró fijo a sus ojos, mordió su labio inferior y se dio la vuelta.

Caminó por el pasillo hasta que salió del lugar, tomando asiento en su camioneta y conduciendo bastante enfadado a su Universidad. El reloj marcaba las cuatro de la tarde cuando llegó, tomando unos libros de su casillero y entrando a su salón de clases.

Josefina se quedó charlando con él, cuando el profesor entró al aula, su amiga se puso de pie, Omar sin saludarlo se sentó a su lado y puso sus libros sobre la mesa. El profesor no tardó en darles a los chicos las dos horas de su clase para que prepararan el trabajo que debían presentar pronto.

Solo TúWhere stories live. Discover now