Levi se hace a un lado, en la silenciosa orden de actuar.

La tela que cubre la carreta que hemos estado siguiendo de nuestro nuevo aliado se hace a un lado, revelando con una lentitud tortuosa la mitad de un rostro masculino.

Inhalo con dificultad, aguantando las ganas de gritar, pero los nervios que sin duda cosquillean en los dedos no me molestan a la hora en que mi mano se mueve como un rápido latigazo, saltando en pura confianza en los impulsos primitivos al alzar el rifle en contra de una vida, en una seguridad actuada que en el momento logra sacarme una leve sonrisa.

El hombre que nos devuelve la mirada perpleja apenas tiene tiempo para reaccionar cuando Jean se adelanta al escudo que hago con el cuerpo y logra propinarle un golpe en la cabeza con la culata del arma, noqueándolo en un sonido húmedo.

Hincho el pecho de aire.

Hago un ademán a mis amigos que van detrás y que ya han cobrado su posición de preparación para dar inicio al salto que me ingresa a la cabina humilde, topándome con un segundo individuo, igual o más anonadado que su compañero caído, solo que este alcanza a chillar en alarma, pidiendo auxilio a Reeves, quien ha cambiado de bando a nuestro favor.

Chasqueo la lengua, imitando el gesto anterior de Jean y provocando la posterior caída a la inconsciencia del daño colateral

(...)

—¿Vas a...? —. Dejo la pregunta al aire, sabiendo que los dos comprendemos a que me refiero. Apoyo la espalda en la pared, cambiando la distribución de peso entre los pies a la vez que desaparece a su tiempo el escozor de las piernas al estar muchas horas sentada.

Aprecio el hecho que se haya tomado el tiempo de dirigirme la palabra, antes de acompañar a Hange a cuestionar y a incitar al preso para que suelte información primordial para empezar a mover piezas en el tablero, pues estamos estancados.

Valoro su atención, su simple preocupación que lo impulsa a llegar a mi lado con el objetivo de cerciorarse que todo esté perfecto.

Como respuesta a mi pregunta retórica mi capitán asiente, apoyando sus manos en los bolsillos de su pantalón de oscura tela, estirando su figura. Sus hombros permanecen relajados, aunque me conste que eso es solo su imagen externa.

A pesar de lo horrible de la situación, su actuar me hace sonreír con suavidad. —No porque esté callada significa que no me sienta bien, Levi. —le aclaro, mordiendo el interior de las mejillas para contener la amplitud de la sonrisa, por respeto a lo lúgubre de la habitación, pues no estoy segura si mis compañeros están pendientes de nosotros al ser la única fuente de sonido.

—¿No puedo cuestionar? —. Alza una de sus delgadas cejas, tirando, a su vez, un hilo que ha me da a entender que ha comprendido que estoy en perfectas condiciones y que puede ir tranquilo a "conversar".

La puerta que aullará en unos minutos se abre, dejando ver a la castaña con anteojos asomándose para llamar a Levi, quien se despide de mí con un ligero asentimiento, acto que imito con una leve curvatura de las comisuras. Cuando desaparece de la habitación miro el vacío después de su presencia.

Nunca me he considerado alguien amante del silencio desesperanzador, el que, irónicamente, he participado los últimos días. Quizás por eso las alarmas de Levi se han activado, presentando una atención no recurrente o más bien obvia.

Mantenemos nuestra distancia prudente, nos brindamos nuestro espacio, algo que agradezco por nuestras ocupaciones y personalidades. Y la verdad es que me parece adorable y bonito que se preocupe, que sienta la necesidad de recordar que está conmigo en cada situación, pero también me resulta agobiante, no por él, si no por mí, no dejo de pensar que estoy varios escalones debajo de él, que sigo siendo una niña que se estresa por todo, que cae en provocaciones y que está en constante duda.

Uno para el otro (Levi Ackerman)Onde histórias criam vida. Descubra agora