XII Disaster

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Despierto con el movimiento del piso y porque alguien está haciendo ruiditos con la boca. Abro los ojos con lentitud, encontrándome con un Armin intentando llamar mi atención, giro los ojos, intentando mover los brazos para apartar la chaqueta que me sirvió de abrigo en la noche congelada.

—En dos horas tenemos que partir, hay un río en las cercanías que permitieron para ir a lavarnos—. Jadeo, en señal que ahí voy. El dolor de las extremidades no parece estar al nivel del agotamiento que estoy siendo partícipe, tanto físico como mental.

En las misiones no se nos acercan demasiadas posibilidades de limpieza, por lo que esta es la única noticia buena que recibido en el tiempo. Bajo las escaleras sin hacer miramientos a los pisos, dispuesta a llegar lo antes posible al agua, siguiendo a mi rubio amigo, quien me cuenta lo emocionado que está por lavar su camisa llena de barro.

Sonrío con pesar, preguntándome si él recuerda todas las vidas que se perdieron ayer, todo el sufrimiento. Me pregunto si él está en mi mismo plano.

No podría decir que el río era una maravilla, pero si amplio que permitió que todos tuviesen espacio necesario para no molestar a los demás. Pero si logró brindarme una tranquilidad aliviadora, por unos segundos olvidé que estaba en la nada misma a unas horas de emprender un viaje hacia lo desconocido donde de seguro habrá una estela de muertes.

Cuando termino de exprimir la camiseta ajustada blanca para secarla lo mejor de puedo para así colocármela sobre la ropa interior que, aunque está sucia, no me animo a mojar, Eren y Mikasa se acercan al unísono, saludando.

Los miro con una sonrisa ligera, sin mostrar los dientes.

—¿Cómo están? —. Habla el moreno, con tranquilidad, pero sigue hablando, no permitiéndonos responder, a la vez que me señala. —Hey, (T/N), deberías limpiar el pantalón, está embarrado—. Añade. No lo niego, a sabiendas de la suciedad impregnada, pero no me siento cómoda al sacarme aquella prenda y esperar a que se seque, ya que, gracias a las botas, complica el caso.

Niego, haciendo un ademán, restándole importancia. —No te negaré que está mugroso, pero prefiero esperar, no me pasará nada por tener prendas sucias—. Se ríe, asintiendo.

Cuando las dos horas de libertad se acaban y tenemos que subir al caballo y partir, me pongo la chaqueta, que, por la pesadez del sol, se ha secado.

La misión de ahora es expresamente buscar el agujero que está permitiendo a los titanes ingresar. Los grupos de protección que fueron desplegados para vigilar la llegada de nuevos monstruos dieron la información que no había absolutamente nada en los pueblos aledaños, ninguna visita inesperada

—¿Están todos reunidos? —. Cuestiona el azabache, dirigiéndonos una mirada a todas las cabezas. —Bien—. Asiente en entendimiento, captando el silencio. —Hoy formarán grupos de cinco y tres. Dos de tres, estos irán unidos al muro, en direcciones contrarias y siendo dirigidos por Hanji y yo—. Mientras habla, la mujer con anteojos va señalando a algunos reclutas para apartarlos, uno de esos siendo yo. Sin oponerme a nada, me voy al grupo de su derecha, al lado de Levi. —Los otros grupos, formados por cinco, servirán de águilas, seguirán y verán todo desde un ángulo más abierto, dispuestos a avanzar cuando venga un titán—. Suelta las indicaciones. Ahí es donde caigo en cuenta que formo parte de los primeros grupos.

Nuestro trabajo es simple, el comprobar el estado de los muros, pero la sorpresa es máxima cuando llegamos al tramo establecido, después de avanzar con los caballos varios kilómetros y no vemos nada más que una pared gigantesca en perfectas condiciones. Eso significaría que el grupo de Hanji se topó con el agujero.

Retrocedemos y seguimos el protocolo señalado, juntándonos con los grupos de cinco que fueron desplegados hacia los pueblos cercanos a nuestra posición por la presencia de algunos titanes.

Uno para el otro (Levi Ackerman)Where stories live. Discover now