XXXVI Mist

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Respiro agitadamente por la boca al no alzar lo suficiente los pies y tropezar a la hora de llegar a la zona superior del muro, donde personas con el uniforme y equipamiento conversan con serios rostros.

—Cuidado...—. Eren me sostiene de la axila, incorporándome como si de una muñeca de trapo se tratase. Río con nerviosismo, dándole las gracias.

Desde que me senté en la carretilla de camino a los muros, dejando los escombros y cadáveres titánicos humeantes, la bilis ha ido subiendo del estómago al esófago, adquiriendo un malestar progresivo.

—No sabes el alivio que inundó mi pecho cuando te vi, hecha mierda, pero te vi—. Golpeo el hombro de mi amigo, quien habla con atrevimiento hacia mi persona. Mikasa mantiene su postura a unos pasos, echando una mirada de análisis a nuestro alrededor, Armin, sin embargo, mantiene una conversación con Hange y uno de sus subordinados a lo lejos.

—No creas que te veías muy lindo en el juicio, presa de las patadas del capitán—. Le devuelvo, recordando los sucesos pasados. Él jadea de indignación como respuesta, dándome el título de vencedora.

—... ¿pero estás genuinamente bien? —. La cercanía de nuestros cuerpos, a unos centímetros y la intensa luz del sol solo revelan mis facciones agotadas y contraídas en tensión ante los malos augurios que veo venir. —Estás pálida—. Alza una ceja, cuestionándome.

Aunque mi misiva no llega, pues un escalofrío me recorre toda la espina dorsal, provocando el entumecimiento de las piernas temblorosas, no insiste anre mi silencio.

—¿Está el capitán y nadie me dijo? —. Pregunté al aire, viéndolo en la lejanía, con las manos sujetas en su cadera y dirigiéndose a unos soldados, quienes reciben las órdenes en aprobación.

Sus cabellos azabaches caen con movimiento por el viento sobre su frente, sin lastimar lo recta de la nariz y los ojos agudos.

No me ha visto o, por lo menos, no ha dado señales de ello, aún cuando estoy en su mirada periférica.

—Oh, si—. Un leve sobresalto me embarga al olvidar la presencia del castaño a mi lado, quien se acaricia la nuca, suspirando. —La tensión que se apoderó del ambiente cuando no aceptó la negativa del comandante Erwin al unirse al carruaje. La tensión era tanta que se podía cortar con las cuchillas por lo denso—. Sonrío por la situación que se me viene a la mente, pero no dura mucho al recordar la lesión del capitán.

Mas tarde a la conversación se une Armin, provocando el acercamiento de Mikasa al círculo, donde ambos hombres comparten sus ideas.

Sintiéndome algo desplazada al no tener nada que agregar, retrocedo, pateando algunas piedras solitarias.

Espero que Nix haya sobrevivido al desastre. No pude percatarme de su bienestar ante el sobresalto y rápidos movimientos de la legión.

—Tachibana, Hey—. Un joven alto de cortos cabellos me habla, tocándome el hombro por la espalda, me asusto por el repentino toque, más lo encaro. —El capitán Levi te llama—. Sonríe con cortesía, señalándome con la barbilla hacia mi derecha, donde está él, ajustando su uniforme con algunos repuestos en una caja, comparándolos a la vista.

Asiento, agradeciendo y desapareciendo de su vista con rapidez.

Mis pies se mueven, saltando las vías que sirven para el desplazamiento y que amenazan con una caída magistral.

—Capitán—. Saludo, alzando una de mis manos.

Endereza su espalda, incorporándose con una lentitud que es suficiente señal para que mi corazón pierda un ritmo controlado y natural, esto intensificándose cuando sus ojos grises se centran en mi y mi descuidado aspecto.

Uno para el otro (Levi Ackerman)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin