XIV Truths

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No pego ojo en toda la noche, pendiente de la puerta cerrada, como un animal enjaulado que espera su liberación, solo que lo que deseo, en realidad, es que nadie lo haga, que me deje.

Si hubiese sido cualquier otra persona que habría llegado con una carpeta llena de datos escalofriantes, Eren, Hanji o Jean, me habría reído en su cara, lo hubiese felicitado por la buena broma y dormiría como un ángel, flotando en el colchón. Pero no es así, es una realidad alterna que, según mi interpretación, está mejor que la que estoy viviendo. Y es que en mi corta comprensión de lo que está pasando, no hallo una lógica, un hilo coherente por donde tirar.

¿Por qué yo? ¿Por qué ese informe era tan específico? ¿Habrá otros parecidos?

Son dudas que revolotean por la habitación, manteniendo todos los sentidos alertas, sumándole al hecho que no me siento segura. Los datos de la carpeta amarilla han generado una sensación de persecución que no puedo apagar así por así, requiero respuestas, respuestas que encontraré, o por lo menos intentaré, fuera de la habitación, donde los burgueses caminan, demostrándose ariscos y con garras demoniacas.

A la mañana siguiente, espero que alguien entre, preparada para ensartarle una lámpara de vidrio en la cabeza a quien se atreva a amenazar mi seguridad, y si es conocido, pareceré una interesada lectora que quiere más luz para leer las líneas del libro que reposa descuidadamente sobre mi regazo.

La primera persona que ingresa, para infortunio de la adrenalina que se disparó al sonido de la cerradura, es Mikasa, quien pasa con la bandeja que porta el desayuno: un vaso de agua y un pan con mermelada. Mi relación con ella, aunque no es negativa, no es tan cercana como la tengo con mis dos amigos, interpreto que, por motivo de su personalidad más aria, tampoco es algo que me moleste y no me permita admirarla, es alguien fuerte, leal y siempre dispuesta a dar lo mejor de sí para ayudar, solo no es buena con las palabras.

—Hola, buenos días—. Saludo, acomodándome al subir más la almohada en la espalda, lista para recibir la comida, que, aunque es poco, es la necesaria para esperar un almuerzo nutritivo. La sigo, interesada en su presencia, pues no es común verla rondar sin los chicos hacia la habitación de la enfermería.

—Buenos días—. Responde, estirando su mano para agarrar la silla de las visitas y correrla a mi lado. —Ten, me he encontrado con uno de los ayudantes de Hanji, y como venía para acá decidí traer tu desayuno—. Palmea mis piernas, estirando las colchas, para dejar el plato en ellas y vaso en el escritorio. —¿Puedo? —. Cuestiona. Dejo de prestarle atención al pan para entender a que se está dirigiendo: la manzana de ayer. Yo con tanta hambre no me había percatado de ésta por el estado de alerta.

—Oh, si, claro, prefiero las rojas—. Le quito importancia, brindándole una sonrisa temblorosa, que oculto con rapidez al empezar a morder la comida.

—Eren está en una charla con Erwin sobre tú ya sabes. Lo tienen en la mira desde la misión en que saliste herida, tampoco ayuda a que no recuerde absolutamente nada antes de convertirse—. Frunzo el ceño ante sus palabras. ¿Y si todo se basa en Eren y tu poder?

—Es algo que todavía no comprendemos, no deberían exigirle demasiado. —Mascullo, ella asiente, pero no habla más sobre el tema, ignorando que eso era lo que estaba pidiendo.

—Y Armin se ha metido en problemas anoche, por lo que fue derivado por el capitán Levi a entrenar toda la noche—. Me atraganto por la sorpresa y me apresuro para preguntar:

—¿Armin?, ¿Qué hizo? —. Me es difícil imaginar al rubio inmiscuirse en arrebatos, en conflictos. Se toma su tiempo para masticar y tragar el mordisco de la fruta, tolerando mis ojos interesados por la historia.

Uno para el otro (Levi Ackerman)Where stories live. Discover now