XXXIX Conviction

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El convencimiento de parte de Reiner a Ymir es un acto que termina en una velocidad vertiginosa, con un resultado igual de increíble.

Era de mi conocimiento creer, por las lenguas entre la legión, sobre la apariencia inteligente de Ymir, siempre capacitada a pasar sobre las problemáticas de forma virtuosa, siguiendo, además, sus ideales.

Por ello mi sorpresa es mayúscula cuando soy testigo de su brazo a torcer con facilidad, apenas pensando su respuesta ante la mención de Krista.

Es la desilusión que corroe cada uno de mis sentidos, la fe que se ve atacada ante el exterminio de una potencial aliada, de una persona capaz de voltear la balanza al favor de la legión.

—¡Ymir! —. Luego de unos instantes donde Eren permaneció pasmado en escalofriante silencio, este le grita a la morena. —¿Quién es el enemigo en realidad? —. Insiste con vacíos ademanes que resaltan en humor ante sus miembros humeantes, todavía hechos muñones.

Varios temas se han dejado en el aire, con respuestas ambiguas.

Es como si ellos estuviesen hablando en clave, dispuestos a colocar unas fichas sobre la mesa, pero sin el mapa que sirve de guía.

—¿Quién sabe? —. Compaginada con los enemigos, hace que mi ceño frunza, no por el dolor de cabeza, si no que por el malestar psicológico de la situación.

—Reiner...—. Toso cuando la voz se me corta y apenas se escucha, intentando pronunciar aquel amargo nombre lo suficientemente fuerte como para él me escuche.

Un hilo de sangre cae desde las comisuras de los labios.

—¿Qué quieres? —. Sé que mi estado físico es deplorable, pero sus ojos fríos no presentan ninguna pizca real de preocuparse que llegue viva a su tan aclamado hogar.

—¿Por qué estoy aquí? —. "Guardar fuerzas" me exige el sentido común, pero la incertidumbre y curiosidad me ahoga de a poco, sumergiéndome en aguas turbias. Reiner, en una reacción que no esperaba, sonríe con pena. —Dijiste en el muro que no tenías tiempo, ahora veo que lo tenemos, ¿no? —. Es el único hilo lógico a que sostenerme en estos momentos, en un ganar o ganar. De un caso, obtendría información referente a su gusto de repente hacia mi y, al mismo tiempo, conseguir tiempo para la paulatina regeneración de mi amigo y, al parecer, único aliado. Eso sí, a cada minuto que pasa, mi estado físico se ve perjudicado, colindando en un malestar en ascenso.

—Eres un capricho en búsqueda desde hace mucho tiempo—. En un tintineo que hace el equipo tridimensional cuando mueve su torso hacia mi ya recostado cuerpo sobre la rama, agotado, soy testigo como sus claros orbes destallan en respuestas que no tiene.

—¿Puedes dejarte de juegos y dignarte a no hablar idioteces? —. Eren salta en un mal tono, acercándome a mí con rapidez y arrodillándose a mi lado. Su rostro, contraído en una molestia que no es dirigida hacia mi aunque sus orbes centellantes se centran en mí, de seguro, pálido rostro.

—Está bien, está bien—. Le digo en voz baja a Eren, dejando reposar mi palma en su muslo. Me duele el pecho y la garganta me pide agua. A pesar de ello, le dedico una leve sonrisa a mi amigo con la intención de no preocuparlo, a una de las personas mas importante en mi vida.

—¿A qué te referías con sicarios? —. No tengo que desperdiciar palabras, mi mente está deshecha en cansancio como para seguir perdiendo las oportunidades, por ello y al enterarme de la poca información que se escapan de los labios ajenos, soy directa con mis preguntas.

—Uhm—. Titubea Reiner, buscando la mirada de Bertolt, quien no parece interesado en realidad sobre el asunto. —Gente que con dinero es capaz a traicionar a su pueblo, dispuestos a asesinar por míseros trozos de pan—. En falsa gracia suelta.

Uno para el otro (Levi Ackerman)Where stories live. Discover now