XXI Blue

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Esa noche, ya en el cuarto de chicas, donde me brindan, antes de apagar las lámparas, una mirada gélida, me encuentro deseando con todas las fuerzas no tener alguna pesadilla.

Por el capricho del cielo soy bendecida, cuando logro conciliar el sueño, con la imagen nublada del collar gemelo, donde de una base fantasma el dije se mueve como un péndulo. No despierto a la mitad de la noche, pero si, a la mañana siguiente, siento el sabor metálico a sangre en la boca, junto a un ardor en la lengua.

—¿Segura que te crees capaz de entrenar? —. Formula Mikasa la duda que, por sus rostros, mis otros dos amigos querían cuestionar. La sustancia tóxica en el cuerpo ha sido eliminada por completo, las náuseas se han ido y los mareos tomaron sus maletas en un, espero, largo viaje.

—Soy realista. Tengo delicado el estómago y la fuerza fue exprimida de mi cuerpo, pero trotar puedo, de eso estoy segura—. A pesar que no me han preguntado nada acerca de todo lo que está aconteciendo tras bambalinas, me he dispuesto a ser sinceros con ellos, responder cada duda.

Asienten, conformes con mi respuesta.

Pero quien ni siquiera se ablanda con una mirada de cachorro abandonado es el capitán Levi, que me obliga a sentarme en las lejanías, a los pies de la estructura, donde hay una cómoda sombra.

—Me siento capaz, capitán, por lo menos déjeme hacer el calentamiento—. Insisto, siendo negada nuevamente.

—Sigues con el rostro pálido, no—. Sé que es una excusa, pues en la imagen del espejo de mano que acompaña a Krista me vi las mejillas rosadas y, a pesar de unas manchas oscuras bajo los ojos, me vi presentable. No continúo, apoyando la espalda en el muro de la construcción, brazos cruzados como una niña.

Dejo de mirar a mis compañeros agotados con sudor en su frente cuando escucho, lejos, pero no limitante, el relinchar de un caballo acompañado del chocar de ocho patas con la tierra, recordando a Nix, mi bello corcel.

Está Erwin frente a los dos caballos, a pie. Paso la vista por la ya conocida espalda recta del comandante y su cabello peinado con recelo y llego a los dos jinetes. Les calculo, por las borrosas arrugas que logro divisar y cabellos despeinados grises, que pueden tener de cuarenta a cincuenta años; Su vestimenta es compleja, con numerosos botones y exaltados detalles que apenas distingo si no fuese por el dorado en el verde musgo.

Ajena a todo el alrededor que no tenga que ver con tales misteriosas presencias, soy culpable de acercarme para, aunque sonase absurdo, obsérvalos con mayor detalle. Y eso me avergüenza, pues ni siquiera le dedico atención a la conversación que deben estar teniendo con Erwin.

Me detengo solo cuando uno de esos hombres se percata de mi presencia, a varios metros tras el comandante, ya alejada de la protección del campo de entrenamiento. He sido una idiota, pero todo hilo coherente se corta cuando le devuelvo la mirada y quedo tildada por el color azul, un azul que me es conocido, un azul que me costó horas de sueño.

Tengo curiosidad, pero el pavor de estar frente a la figura de mi mente retorcida tan conocidamente desconocida, me obliga a dar la espalda y avanzar a paso veloz devuelta al campo.

—¡Tachibana! —. Escucho a alguien gritar, pero no puedo centrarme en nada más que la necesidad de escapar del lugar.

El corazón me late furioso en la caja torácica, queriendo salir de su jaula, por consiguiente, la respiración me es anormal.

Llego donde en primer momento nunca tuve que salir, el lugar con sombra que me apuntó el capitán. La garganta se me cierra, impidiéndome respirar, impidiéndome gritar. Dirijo las manos entumecidas y tambaleantes hacia el cuello, intentando, sin éxito, callar todas las dolencias.

Uno para el otro (Levi Ackerman)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ