XXXVIII Impulse

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Despierto de un salto, espantada y con el fantasma del dolor en el pecho desapareciendo a paso lento.

Sin embargo, apenas titubeo los ojos, repasándolos por todo el alrededor, temo seguir en la pesadilla.

Me concentro en el lugar en que estoy, y me resulta complicado saber los acontecimientos y ordenarlos de forma cronológica. Pero apenas veo el rostro de Eren, recostado en lo que parece una gruesa rama del enorme bosque a mi lado, los detalles van adquiriendo claridad.

Mi cabeza reposa también en el tronco, sentada cómodamente con las piernas estiradas en despreocupación.

Intento formar una mueca plana de indiferencia y tranquilidad, con el objetivo de no llamar la atención, pero todo el plan se desvanece cuando me arqueo, tosiendo.

La mano que me llevo a la boca para retener, lo que al principio pienso es la bilis, solo recibe líquido espeso rojizo, creando en mi una desesperación que se multiplica cuando me percato de la distancia descomunal entre yo y la tierra.

—Tuviste una muy envidiable siesta, (T/N)—. La voz burlona proveniente del hombre de platinado cabello con el ceño fruncido me recibe, contraponiendo a la imagen y voz que permanecía en mi memoria, del aclamado hermano mayor Braun.

Ahí, parado con aires de grandeza, brazos en la cadera sostenedora del equipo de maniobras, me dedica una fría mirada.

Limpio la sangre, o por lo menos lo intento con asco, en el tronco del árbol, ignorando las palabras de lo que fue un compañero de la legión de Reconocimiento y que ahora solo significa para mi el gatillador de la catástrofe, alguien a quien odiar.

No me digno a responder, pero Eren, doblando la cabeza para encarar a pesar de su dolorosa posición de carecer de miembros superiores, grita, fúrico y desesperado, con la nariz arrugada, exclamando un rosario de insultos y rencor que, a igual grado, yo igual siento.

—¡Hey! —. Otra presencia, hasta ahora en silencio, llama la atención de todos, sorprendiéndome de mala manera. Ymir está en una rama aledaña, con también extremidades cercenadas y humeantes. —¡Dijiste que nos revelarías algo cuando Tachibana despertara, déjame disculparme por lo chismosa, pero más que ver los pájaros cacarear y titanes correteando como niños en las calles, no hay otra diversión! —. Cierro los ojos, queriendo despertar y aparecer por arte de magia en la incómoda litera que me pertenece en las instalaciones de la legión de reconocimiento, preparada para sumergirme en una ducha con helada agua y así estar lista para enfrentar la decisión de elegir un buen desayuno.

—Así es—. Las fantasías terminan en la realidad, en la cruda realidad, tan asquerosa y abrumadora como solo me está pareciendo en estos momentos.

No sé en realidad cuantas horas he estado inconsciente, pero, por la claridad que se alza en el cielo y el estado de Ymir y Eren, deduzco que menos de un día, donde hace algunas horas estaba manteniendo una conversación amena con mis amigos, con Levi... sin miedos, dispuesta a seguir investigando el porqué de los titanes en el muro.

—Los llevaremos a nuestro hogar—. Señala con la mandíbula la espalda de Bertolt, ajeno a su amigo. Casi me parece vislumbrar, entre las sombras que provocan las hojas, el brillo en los ojos de Reiner. —Me parece un fastidio la poca decisión que obtuvimos de ustedes, Eren, (T/N)...y cuando consiguieron dar una respuesta implícita, fue una rotunda negativa. —. Suelta en una pena que me resulta falsa. —De todos modos, vendrán con nosotros en la noche—. Abro los ojos para ver el panorama con mayor claridad, pudiendo intuir algunos temas que está omitiendo.

Pero está claro como el agua, no podemos escapar, yo no puedo escapar.

Carezco del poder de Eren o Ymir, y también mi cuerpo, humanamente frágil, no es nada sin el equipo tridimensional.

Uno para el otro (Levi Ackerman)Where stories live. Discover now