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Pocas veces había sentido tan malas vibraciones al conocer a alguien. Intentó alertarlo, pero no servía de nada. Estaba ciego y solo veía lo que quería.

Y al final, había acertado. Y escuchó el momento exacto en que algo se rompió dentro de él. Aquellos ojos que veía tan tristes se tornaron opacos y ni siquiera entonces se dignó a oír lo que tenía que decir. Como si no quisiera creérselo. Y tan solo se ganó una riña, un grito, una discusión repentina. Nada más que fuego contra fuego.

Deseaba poder preguntarle qué había sentido, qué había pensado, qué había creído, qué le quitaba el sueño. Pero ese no era su privilegio. Supuso que, con el tiempo, el velo se descorrería y podría observar su mundo desde alguna ventana.

Sin embargo, algo cambió aquel día. Su sonrisa volvía a parecer amarga, pero no supo bien cuál era la razón hasta que lo conoció. Y, como si el eco todavía se escuchara, sintió terror. Las malas vibraciones se hicieron con su cuerpo de nuevo, casi por instinto.

No quería ver quebrarse un corazón por segunda vez.

Cucarachas BlancasWhere stories live. Discover now