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I

El viernes, Steve se despertó exactamente dos minutos antes de que sonara la alarma del móvil. Desayunó en silencio con River y cada uno salió hacia el instituto a su hora habitual.

Decidió desviar su camino para aprovechar y tener más tiempo para pensar con claridad. Llegó, por lo tanto, algo más tarde de lo usual, pero aun así antes de que empezara la clase. Nana ya había llegado y algunos otros compañeros charlaban en grupitos.

En absoluto sorprendentemente, Matt faltó a la primera hora, aunque esa vez llegó a tiempo para la segunda. Le sonrió al entrar en el aula y, a la hora del descanso, se le acercó.

-¿Haces algo el domingo? – tenía el pelo algo despeinado.

-No...

-Pues ahora sí – se sentó sobre su mesa –. A las cinco hay partido, y el entrenador me ha pedido que vaya con pan y embutido 'pa poner bocatas.

Steve lo miró confuso, como si no supiera lo que era poner un bocata. Que sabía, por supuesto, pero no entendía por qué tenía que hacerlo.

-El tío echó de menos refrescos, hizo cuentas y bueno, nos ha encasquetado el marrón. Bueno – aclaró la garganta –, me lo ha encasquetado. Pero no me apetece ir solo, así que he pensado en ti.

-Oh – notaba cómo le subía el calor por las mejillas –. Sí. O sea, que te acompaño.

El pelirrojo rio ante el titubeo y enseñó sus hoyuelos. Pensó en que no solía enseñarlos en su casa. Las palabras de Molly todavía resonaban en su cabeza. Lo imaginó, en cambio, serio, frunciendo el ceño, preocupado, dándole vueltas a todo. Torció el morro.

-Si no quieres, no tienes por qué venir... – Matt se frotó la nariz y le mostró una media sonrisa que no terminaba de parecer convincente.

-No, quiero ir contigo – se precipitó a corregirle sin pensar mucho en su elección de palabras.

Matt se levantó de la mesa para alejarse un par de pasos, intentando ocultar una sonrisa tonta que pasó desapercibida para Steve.

-Puedo pasar a buscarte, entonces.

-Vale.


II

-¿Ya llevas agua? – Suzanne sonaba preocupada –. Hace mucho calor, no sea que te vaya a dar una insolación.

-Habrá ahí – intentó persuadirla, pero no parecía muy convencida –. Es un partido. Tiene que haber agua.

-¿Ya estarás bien? – la mujer revolvió el pelo de Steve.

-Sí, sí.

Su teléfono vibró en el bolsillo trasero de sus pantalones cortos. Pensó en que quizás podría habérselos ahorrado. Unos más largos le quedarían mejor. Destacarían menos. Se fijó en que sus muslos parecían más anchos. Sacó el teléfono para toparse con un mensaje de Matt que decía que estaba abajo.

-Anda, no le hagas esperar – su tía estaba apurándose, y obviamente no le iba a dar tiempo para cambiarse –, y toma, crema, para que no te quemes. Que tienes la piel sensible.

Cuando iba a coger el ascensor, escuchó cómo le pedía saludar de su parte al pelirrojo.

Y Matt, cuando lo vio salir del portal, también le saludó. Llevaba unos tirantes que dejaban a la vista sus brazos y unas bolsas colgando de ellos. Después del tiempo suficiente como para ser consciente de que sería raro seguir mirando sus bíceps, apartó los ojos.

Cucarachas BlancasWhere stories live. Discover now