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I

Esa noche no durmió muy bien. No le gustaba demasiado hablar delante de muchas personas, y eso era lo que se suponía que tendría que hacer en apenas un par de horas. Contempló la posibilidad de subir la persiana despacio y abrir la ventana para poder tirarse por ella antes de que River entrara en su habitación con una escoba en la mano y pocos escrúpulos para darle una paliza con ella. De todas maneras, casi prefería unos golpes mañaneros a arrastrarse hasta su clase para hacer el ridículo.

Jules ya le había dicho que no tenía de qué preocuparse, que a sus compañeros no les importaba un comino -ella había dicho algo más feo- lo que fueran a decirles. Que bastaba con mirar al profesor y a la gente cuya presencia no le supusiera un gran dolor de cabeza -ella tampoco había usado esas palabras-. Propuso a Matthew y le guiñó un ojo en el proceso, y Steve también quiso defenestrarse en ese momento.

Se levantó de la cama con mucho esfuerzo, preguntándose cómo se llamaría esa canción que estaba escuchando River. La había oído antes, de eso estaba seguro, pero era esa clase de canción que todos reconocían y, sin embargo, cuyo nombre ignoraban.

Pasó primero por el baño y se examinó la cara. Sus ojeras no eran tan terribles como esperaba. Sorprendente. Le había salido una nueva espinilla, en la frente, justo donde empezaba su pelo. Acompañaba al resto. No costaría taparla con el flequillo. Que estaba más largo que nunca. Le vendría bien un corte.

Un joven le devolvía la mirada en el espejo. Steve diría que era desaliñado, normalito y con una pinta no muy sana. Lo miró fijamente.

-Nadie te va a escuchar. Céntrate. Y ni se te ocurra vomitar.

Aquel era un clásico. Darse ánimos en el espejo. Y vomitar en situaciones de estrés. Lo más adecuado sería ir con el estómago vacío y un bollo en la mochila a clase. Se lo comería tras la presentación, cuando se le pasaran los nervios.

Su prima tarareaba en voz baja mientras se calentaba la leche.

-Te noto contenta.

Dio un pequeño salto de la sorpresa.

-Hoy faltará el de gimnasia. Vendrá alguien a cuidar la clase y no haremos nada.

-Ojalá os pida correr diez minutos.

-Tú también estás contento, ¿no?

Se dibujó una pequeña sonrisa en el rostro de la joven, y Steve hizo mueca de reírse, como si no sintiera ganas de morir.

-Qué graciosa.

Steve optó por rebuscar el ansiado bollo en las alacenas mientras River seguía canturreando a lo que ella creía que era al ritmo de la canción. Aunque incluso el moreno sabía que iba a destiempo.

-¿Hoy tienes la presentación con Jules, verdad?

Asintió mientras envolvía su desayuno en papel para que no manchara los cuadernos. Su prima, mientras tanto, lo miraba de reojo.

-¿De qué va exactamente?

-Recitaremos poemas de Dickinson y los analizaremos.

-¿Los dedicados a Susan?

Esa vez, fue Steve el que la miró.

-No me suena haberte hablado de nada de esto.

-Me prestó el libro hace un año, en verano. Coincidimos en casa de Matt. Y está lleno de apuntes.

En eso tenía razón. Aunque su cerebro decidió resaltar el resto de información.

-Estás poniendo una cara rara.

Cucarachas BlancasWhere stories live. Discover now