08

44 8 8
                                    

Ni siquiera podía llorar, tan solo reír. Estaba dispuesto a confesarse, pero la situación se había torcido. Una vez más. Como siempre que intentaba ponerse serio y decirle lo que pensaba. Lo había invitado a ver una película con protagonistas homosexuales con anterioridad, y se las ingenió para no captar la indirecta. Porque estaba más que seguro de que era consciente de lo que sentía por él. Tan solo se estaba haciendo el tonto.

Aquella tarde iban a ir a ver un partido juntos, y antes de poder saborear un tiempo compartido, había aparecido con una chica de la cintura. Se preguntaba si estaría torturándolo y no dijo prácticamente nada en las dos horas que estuvo en las gradas, mirando de reojo cómo su amigo le metía la lengua hasta la campanilla a la joven.

Se apresuró a levantarse cuando sonó el pitido final y se marchó sin despedirse. Le mandaría un mensaje para decirle que le corría prisa. Sería cantoso, pero estaba más que seguro de que no le iba a decir nada. Nunca lo hacía.

Decidió dar un paseo hasta su casa. No le apetecía encerrarse en ningún sitio, y menos con sus compañeros de piso. Le darían la tabarra hasta agotarlo tanta física como mentalmente. Y eso era bastante complicado. Necesitaba distraerse con urgencia. A su móvil le quedaba bastante batería, por lo que siempre podría quejarse por internet de lo desgraciado que se sentía, tal y como lo hacía el resto de la humanidad. Pero entonces, le preguntarían qué sucedía. Al menos él no hacía caso a Twitter. Lo que le faltaba, que lo viera despotricando de él.

A lo mejor podría ir a un bar a beber. Siempre existía la posibilidad de coquetear lo suficiente con alguien como para usarlo y pensar en otro que no evitara todos y cada uno de sus comentarios sugerentes. Estaba cansado de personas que negaban las obviedades.

Cucarachas BlancasNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ