Él y ella no podían estar juntos, pero el destino se empeñaba en unirlos.
Ella nunca debió querer conocerlo mejor, y él jamás debió desear ver lo que había bajo esa blusa.
Sara Lombardi, una joven italiana de 21 años, universitaria, a punto de gra...
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-Señor no pudimos hacer nada- dijo uno de los hombres del joven, tratando de explicarle la situación- tenían una orden de arresto en contra de la señorita y fue imposible dejar que se la llevaran.
-Maldita sea y ahora esperar que la estúpida esa no abra la boca- dijo restregando su rostro- no sé cómo pudo ser tan tonta como para dejar sus rastros en aquellas notas ¿y ahora? ¿Cómo haremos para sacarla de ese lugar? - pregunto casi en un quejido- el bastardo de Zackarias se lo busco por hacer mal su trabajo- dijo hacia su nuevo jefe de seguridad- Gemma sabe mucho no podemos arriesgarnos a que siga con su actitud arrepentida y de niña buena, ella no puede hablar.
-Hemos pagado un abogado para que salga bajo fianza- dijo el nuevo socio del muchacho, pocas personas odiaban a Sara Lombardi, pero quienes realmente lo hacían, su maldad superaba cualquier límite conocido; el muchacho sonrió encantado, sus planes por fin estaban tomando el rumbo deseado.
Sebastián y Sara caerían pronto, de eso se aseguraría él, por ahora lo único que quedaba era esperar y pronto todos sabrían que nadie lo debió subestimar, que nadie debió darle tanta importancia a esa perra y el niñato que decía amarla. Él se encargaría de demostrarles lo que era vivir en el infierno, uno que él mismo crearía a su medida.
Que Dios se apiadara de ese par de jóvenes, porque ese desequilibrado hombre haría lo que fuera por verlo muertos y de eso se aseguraría hasta el final de sus días.
