Prólogo: Donde Todo Empezó

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Sasuke

20 años atrás

El aire se escapaba pesadamente de mis pulmones y pude sentir espesas gotas de sangre recorrer mi mano. Observé el pequeño hoyo en la roca y solté un gruñido ¡Maldición! No era suficiente. Los enfrentamientos de los exámenes Chūnin se acercaban y aún no podía controlar este endemoniado Jutsu. Me preguntaba cómo sería el entrenamiento de Naruto, conociéndolo, se estaría esforzando hasta caer rendido al suelo como un idiota. Apreté mis puños y más líquido fluyó de ellos ¡No podía dejar que él me ganara!

- Cálmate Sasuke. – Exclamó Kakashi- sensei mientras me miraba de reojo apoyado contra la roca. – Ya has avanzado bastante, incluso para tu edad. Deberías tomarte un descanso.

- ¿Descanso? ¿Está bromeando? ¿Cree que puedo relajarme en un momento así? Voy a pelear contra Gaara del Desierto. El mismo tipo que asesinó a varios ninjas sin recibir un solo rasguño, mientras que yo casi moría en el Bosque de la Muerte. – Si ni siquiera podía derrotarlo a él ¿Cómo se supone que mataría a Itachi?

- Su encuentro con Orochimaru fue desafortunado, lo admito. Pero eso no es razón para que arriesgues tu vida innecesariamente. Si llegas a tu límite podrías perder tus manos y el sello de Maldición podría liberarse. Y eso sí sería un problema.

- Yo aún puedo seguir. – Insistí recobrando el ritmo de mi respiración normal. Todavía era temprano, y no podía darme el lujo de perder un día de mi entrenamiento. Kakashi- Sensei suspiró.

- Oh, sí, estoy seguro de que puedes. – Anunció con más sarcasmo que interés. - Sin embargo, te he entrenado todos los días, por más de un mes, y estoy agotado. - ¿Qué demonios? – Tómate este día de descanso ¿Esta bien? Yo adelantaré la importante lectura que me he perdido y tú puedes dar una vuelta en la Aldea. Podrías ir a visitar a Sakura, incluso. – Enmarcó y me sobresalté inconscientemente. – Creo que Naruto la invitó a comer hace poco... - Chisté. Y aunque tuviera esa inútil mascara en su rostro, pude sentir cómo sonreía.

- Eso no me importa. – Gruñí ¿Por qué me sentía tan enojado de pronto?

- Sí, sí. Sólo pensé que te gustaría saberlo. Nos vemos, Sasuke.

- ¡Espe...! – Pero se había esfumado antes de que pudiera terminar la frase ¡Agh! ¿Por qué estaba tan tranquilo? Intenté concentrar un poco más de Chakra en mi palma, pero era inútil. Y un ardor se extendió por mi abdomen. Quizás, debería comer algo antes de continuar.

Compré unos Onigiris en la Aldea y escalé un alto edificio dónde me senté a comerlos mientras tenía una vista periférica de la ciudad. Algunas personas apenas abrían sus negocios y los estudiantes de la Academia se dirigían a clases emocionados. El sol alumbraba en un día brillante y despejado y, sin embargo, mi mente estaba más nublada que una noche de invierno antes de una tormenta. Un pequeño dolor se asentó en mi marca de maldición y ahogué un quejido. El dolor no parecía menguar hasta que escuché una familiar voz. La misma que me había arrancado de la oscuridad un mes atrás.

Bajé la mirada y observé que Sakura se despedía de sus padres para ir a visitar a Rock Lee al hospital con un ramo de flores, como todos los días. Por lo menos, eso dijo una vez Kakashi- sensei. No pude hacer otra cosa que verla alejarse lentamente de su hogar con una triste sonrisa. Una que cargaba desde que había terminado la segunda prueba de los Exámenes Chūnin. No había hablado propiamente con ella de todo lo que había pasado, pero no era algo que tampoco supiera cómo discutir. No podía verla sin sentir una inquietante punzada de culpa, pero tampoco dejar de pensar que entre más me acercaba a ella y Naruto más borroso se veía mi verdadero objetivo.

De repente, pude ver a una sombra deslizándose tras de ella y estreché mis ojos para ver mejor. Un encorvado individuo la seguía de cerca mientras se movía en zigzag. Parecía tan veloz como Rock Lee, pero era claro que su estado actual lo descartaba completamente. Tampoco parecía haber una razón justificada para que alguien la persiguiera de camino al hospital a menos que fuera... Fruncí el ceño. De repente, se me había quitado el hambre.

Bajé hasta el nivel del piso y me acerqué a Sakura lo más que pude sin que me notara. Me oculté en un estrecho callejón justo antes de que ella pasara y ella se detuvo unos metros adelante como si hubiera advertido algo. Me mantuve en silencio y la pequeña pausa de Sakura permitió que su pequeño acosador ralentizara su velocidad hasta que ella sacudió la cabeza y retomó el camino. La pequeña sombra extendió una arrugada mano con frustración en su dirección antes de ser detenida por mi voz.

- ¿Qué está haciendo? – Inquirí con los brazos cruzados con menos calma de la que quería aparentar. El hombre en cuestión era un anciano jorobado y calvo, que lucía una delgada barba que le llegaba hasta el pecho. Debajo de su áspera capa de lana café, ocultaba un fastuoso traje verde de seda.

- Un cabello así... tan rosa como la flor de cerezo. Es hermoso ¿No es cierto? – No respondí. – Y único en todo el Mundo Ninja. Si tan sólo pudiera tomar un poco... - Lo jalé contra la pared del callejón y arrinconé.

- ¿Quién demonios es usted?

- Yo soy quien mi Aldea necesite que sea. – Continuó mientras se soltaba con facilidad de mi agarre y se limpiaba el polvo de su capa. Pero no podía ver que cargara ninguna banda ninja. – Soy un hombre al que le gustan las cosas hermosas y siempre consigue lo que quiere. – Terminó mientras me intentaba rebasar. Tomé su capa y lo empujé contra el muro.

- ¿Qué es lo que quiere de Sakura?

- Sakura ¿Eh? – Saboreó, y bilis empezó a subir por mi garganta. – Un nombre perfecto.

- No soy una persona paciente. – Gruñí. Y pude sentir cómo mi Sharingan se mostraba sin que pudiera hacer nada para controlarlo. El anciano sonrió.

- Esto cada vez se vuelve más interesante... - Exclamó aflojando mi mano con un sólo golpe en mi brazo. - Puedes relajarte, niño, todavía no es tiempo de cosecha. Volveré en veinte años, cuando el cerezo haya florecido dos veces.

- ¿Qué se supone que significa eso? – Pronuncié mientras veía los primeros rayos del Chidori asomándose en mi mano e intentaba contener la repentina confusión e ira en mi cuerpo.

No importaba si era en veinte años o cinco segundos.

No iba a permitir que le hicieran daño a un ser querido.

Nunca más.

Recuerdos de la Hoja: Confesiones de los Once de KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora