19 años después [2/2]

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¡Este capítulo llevaba escrito muchísimo tiempo! Desde antes que se anunciara El Legado Maldito... Lo he retocado un poco, y aquí teneís, el primer día de Albus en Hogwarts.

Gracias por haber leído hasta aquí. Disfrutad <3

***

Todo estaba bien.

Eso era lo que quería creer Albus.

Pero no, no todo estaba bien. Albus todavía se sentía aterrorizado. Subió tras Rose al Hogwarts Express; ella marcaba el camino por el estrecho pasillo. Parecía como si ya conocieran ese sitio sin haber estado antes en el interior del tren, debido a todas las historias que su familia les había contado a lo largo de los años.

Cada uno de sus primos se había reunido con sus respectivos amigos. Cuando les preguntaron a James y Fred si podían sentarse junto a ellos, James negó en rotundo.

—Freddie y yo nos vamos al vagón del Club de las Eminencias —les explicó, orgulloso—. Además, tenéis que espabilar y hacer amigos en el tren. No querréis ser unos marginados al llegar al castillo —añadió.

—A Rose y a mí nos irá bien solos —murmuró Albus. Y era verdad. Si se aseguraba de seguir con su prima, nada podría ir mal. Se alegraba de poder realizar el trayecto hasta Hogwarts con ella.

—Ya, pero Rose acabará en Gryffindor y tú en Slytherin —le recordó James, burlón.

—¡Deja de decir eso!—bramó su hermano. James soltó una carcajada, y él y Fred salieron disparados hacia el final del corredor.

—No te preocupes por eso ahora, Albus —le sonrió su prima—. Venga, vamos a buscar un compartimento.

Y ambos se sentaron en el primero que vieron vacío. Guardaron sus baúles debajo del asiento, y Albus depositó la jaula de Gulliver en el estante de arriba, mientras que Rose dejó a su gato, Galileo, en su regazo. Esperaron sentados a que el Hogwarts Express empezara a avanzar. En seguida, vieron por la ventana cómo la estación nueve y tres cuartos se alejaba cada vez más. Albus buscó con la mirada a sus padres y a Lily, y se despidió con un gesto de la mano, antes de perderlos completamente de vista.

—¡Que ganas tengo de llegar ya! —exclamó Rose de pronto, emocionada—. ¿Crees que será igual que nos lo imaginamos?

—Eso espero —suspiró Albus—. Oye, Rose... ¿De verdad crees que entraré en Gryffindor?

Ella le dirigió una media sonrisa.

—James te ha comido demasiado el coco. Sí, de verdad creo que estarás en Gryffindor. Y aunque no se diera el caso, no tienes por qué quedar en Slytherin, si eso es lo que te preocupa. Podrías estar en Hufflepuff. O incluso en Ravenclaw, quizás. Eres listo.

—Mira quién fue a hablar —sonrió Albus.

—A mí, sinceramente, no me importa mucho la casa en la que acabe —reveló Rose—. Sé que a papá le costaría aceptar que no entrara en Gryffindor, pero mamá le acabaría haciendo entrar en razón.

Albus inspiró hondo. Ojalá pudiera ver las cosas de forma tan sencilla como Rose en ese momento. Pero él... Él era el hijo de Harry Potter. Todo el mundo lo estaría mirando, esperando que estuviera a la altura de su padre. Por Merlín, sólo de pensar en la presión que eso suponía le entraban náuseas. ¿Cómo podía James soportarlo? Aunque a veces la arrogancia de su hermano resultara de lo más molesta, Albus habría deseado tener al menos la mitad de confianza en él mismo que tenía James.

Rose iba a decir algo más, pero la señora del carrito llamó a su puerta preguntando si querían comprar algunos dulces, distrayéndolos de su conversación. Albus y Rose asintieron al mismo tiempo, y cuando hubieron pagado por unas ranas del chocolate y la vendedora se alejó, el tren se topó con una curva algo pronunciada, y Galileo se asustó. Saltó desde las piernas de Rose hasta el suelo y se escabulló por la puerta del compartimento a toda prisa.

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⏰ Last updated: May 03, 2020 ⏰

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Harry Potter: Historias de la nueva generaciónWhere stories live. Discover now