Cómo crear una tradición familiar

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Fred odiaba a Victoire.

Bien, quizás "odiar" era una palabra demasiado fuerte como para describir lo que pensaba de su prima mayor. Sobre todo porque ella en realidad no había hecho nada en particular para que Fred la detestara. En tal caso, debería haber sido a la inversa, pues la joven Weasley solía ser siempre víctima de muchas bromas de James y Fred. Pero el caso era que, irremediablemente, Fred la odiaba. Más bien, odiaba el día en el que toda la familia se reunía, ya fuera en la Madriguera o en el Refugio, para celebrar que Victoire era un año mayor que el anterior.

Fred despreciaba los 2 de Mayo, y por consiguiente, odiaba el cumpleaños de Victoire.

El porqué de eso podía parecer un misterio para cualquier otra persona. Incluso Fred, con sus seis años prácticamente recién cumplidos, consideraba a veces que era algo ilógico e irracional. Hasta que se percataba del modo en el que se comportaban sus padres ese día del año. Cuando estaban en casa, apenas se dirigían la palabra. Se lanzaban cortas, aunque significativas miradas, las cuales Fred habría dado lo que fuera por entender qué querían decir. Estaban más distantes el uno del otro, y también de él y de Roxanne. Casi no sonreían. Su madre no se planteaba ni por un segundo coger la escoba para ir a entrenar al jardín. No jugaba con él o con su hermana a los naipes explosivos, como tantas otras veces solían hacer. Su padre pasaba largas horas mirando al joven Fred, creyendo que el pequeño no era consciente de ello. Pero Freddie lo sabía. Sabía que su padre se quedaba observándolo, con una notable tristeza en su rostro, perdido por completo en sus pensamientos.

Lo peor de todo, era que las bromas parecían no existir durante las veinticuatro horas que ocupaba el cumpleaños de Victoire. Cuando todos los Weasley-Potter estaban sentados alrededor de una gigantesca mesa, disfrutando de una deliciosa tarta cocinada por la abuela Molly, todo el mundo sonreía. Pero sus padres no. Y si lo hacían, era de un modo tan forzado, tan fingido, que a Fred le daba malas vibraciones. Lo odiaba. Prefería su inexpresividad a esa falsa alegría que mostraban.

Fred nunca se lo había contado a nadie. No quería preocupar a su hermanita con aquello; además, era demasiado pequeña como para comprender sus inquietudes. Y estaba seguro de que James se lo tomaría a broma. Aunque no podía quejarse, pues él habría hecho lo propio si se hubiera tratado de una situación ajena a él. Para Fred, las travesuras y las trastadas formaban parte de su vida. Pero los 2 de Mayo rompían todos sus esquemas. Y no podía dejar de preguntarse por qué ocurría tal cosa. No dejaba de preguntarse por qué él tampoco era capaz de soltar una simple carcajada ese día del año. Hacía ya algún tiempo que Fred y James se habían prometido ser los encargados de proporcionar risas a la familia cada vez que alguien lo necesitara. Y al joven Weasley le frustraba no poder hacerlo.

Por alguna razón que se le escapaba a Fred, los 2 de Mayo era un día festivo en el colegio. Lo sabía porque Teddy estaba allí, junto con el resto de la familia, y no le habrían dejado salir de Hogwarts si se tratara de un día de clase normal y corriente. Por mucho que este fuera el cumpleaños de su mejor amiga.

—Bueno, Vic, ¡ya tienes once años!—exclamó tía Ginny—. ¡Dentro de nada recibirás tu carta de Hogwarts!

—Y podrás tener tu propia varita, ¡y también tu propia lechuza!—gritó Teddy, emocionado, el cual no había parado de mostrar a su familia todo lo que había aprendido a hacer con su metamorfomagia desde que había llegado. Normalmente, a Fred le habría hecho ilusión ver a Teddy transformar partes de su cuerpo en las de animales, pero no estaba precisamente de humor.

—La verdad es que... Yo preferiría un gato...—hizo notar Victoire, mirando de reojo a sus padres. Fleur sonrió y asintió a su vez.

Podgás teneg la mascota que quiegas, Victoire.

Harry Potter: Historias de la nueva generaciónWhere stories live. Discover now