Sorpresas por duplicado

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Dominique no podía dejar de contemplar su carta. Llevaba días sin separarse de ella; la trataba como un auténtico tesoro. La miraba como si todavía no acabara de creerse que por fin había llegado aquel momento, como si todavía no hubiera asimilado que iría a Hogwarts en menos de un mes, como si aún no hubiera asimilado que estaba junto a su familia en el Callejón Diagon, a punto de comprar su primera varita.

Sus padres y sus hermanos la acompañaban. Teddy también estaba con ellos. El joven, además de entusiasmarle la idea de estar con Dominique en un momento tan importante para ella, aprovecharía aquella visita al Callejón para comprar una nueva túnica, pues la antigua se le estaba empezando a quedar pequeña. Y es que, realmente, aquel verano había pegado un estirón. Victoire no podía evitar soltar una leve risilla cada vez que la voz de su amigo sonaba un tanto más aguda de lo habitual.

—Dominque, no vayas tan rápido—le pidió Bill a su hija, pues esta no dejaba de moverse en todas direcciones, de escaparate en escaparate, haciendo una lista mental de todo lo que necesitaba para llevarse a Hogwarts. Fue entonces cuando la joven divisó Olivanders a lo lejos. Con una sonrisa imborrable en el rostro, corrió hacia la tienda, sin detenerse.

Victoire rio ante la emoción de su hermana. A ella también le había hecho mucha ilusión poder ir al Callejón Diagon a por su material escolar la primera vez, pero para Dominique, quien siempre había sido mucho más activa y enérgica que ella, aquello era un auténtico paraíso.

— ¡Vamos, vamos!—gritaba la mediana de los Weasley-Delacour, brincando y señalando el interior de la tienda.

Su familia se acercó a ella, y la acompañaron adentro. El señor Olivander se volvió hacia ellos al oírlos llegar, y los saludó con su habitual cortesía. Dominique, sin embargo, no le prestó mucha atención. No podía quitar el ojo a todas los estantes que había a su alrededor, todos ellos llenos de cajas apiladas una encima de la otra que contenían varitas en su interior. Empezó a preguntarse cuál de ellas podría ser la suya.

—Bienvenidos de nuevo, señor y señora Weasley—dijo Olivander, avanzando hacia ellos—. Veo que traen a otro de sus retoños a por su primera varita... Y, que me aspen, Edward, ¿qué haces tú aquí? No se te habrá roto la tuya, ¿no?

Teddy ya casi había perdido cualquier esperanza de que los adultos lo llamaran por su diminutivo y no por su nombre real; por ello, no se molestó en corregir al fabricante de varitas.

—No, no se me ha roto—explicó, con una media sonrisa—. Aunque sea torpe, soy muy cuidadoso con ella.

Olivander asintió.

—Muy sensato por tu parte—comentó.

—Solo venía a acompañar a Dominique—siguió diciendo Teddy, a la vez que señalaba a la pelirroja, quien seguía mirando las estanterías, abstraída.

—Con que... Dominque Weasley... Ya veo—. La aludida se volvió hacia él, ansiosa—. Con tu hermana no tardamos demasiado en encontrar una varita para ella. ¿Cómo te va, por cierto?—añadió, dirigiéndose hacia Victoire.

—De fábula—respondió ella, con completa sinceridad.

—No me extraña, no me extraña. Madera de peral, núcleo de pelo de unicornio, veintidós centímetros y elástica. Es una buena varita, ya lo creo...—murmuró, más para sí que para el resto, y Victoire sonrió, orgullosa—. Pero volvamos al tema que nos atañe. Busquemos una varita para ti, joven Dominique.

Esta empezó a dar pequeños saltos de alegría, al mismo tiempo que soltó un chillido de emoción. Olivander alzó una ceja, y la miró de arriba abajo. Había pensado al principio en una varita de olmo, pero ahora, después de ver que tenía un carácter tan activo, decidió que no era buena idea empezar por un tipo de varita que solía escoger a aquellos magos más sofisticados y elegantes. Como no se le ocurría qué madera se le adecuaría más a la muchacha, buscó en la trastienda una que llevara en el núcleo fibra de corazón de dragón, pues estaba seguro de que esa opción sí que era la acertada.

Harry Potter: Historias de la nueva generaciónМесто, где живут истории. Откройте их для себя