Una fantástica familia [Neville y Hannah]

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Hannah nunca habría llegado a imaginar que su vida cambiaría de un modo tan radical en solo unos meses. Tom, el antiguo dueño del Caldero Chorreante, le había cedido el local a ella, pues él consideraba que ya había llegado hora de su jubilación. Hannah se entusiasmó muchísimo por aquello. Además de poder trabajar allí como su propia jefa, se asentó en el ático del establecimiento, cosa que le parecía (no había otra palabra para describirlo) muy guay. 

Justo un par de semanas después de aquello, Neville le pidió que se casaran. No dudó ni un segundo en responderle que sí. Llevaba junto a Neville ya varios años, y todos los momentos que pasaba a su lado le resultaban únicos. Le gustaba poder recibirle en el Caldero Chorreante después de que él realizara misiones con su equipo de Aurores. Le gustaba poder intercambiar anécdotas sobre Herbología. Le gustaba que le acompañara a visitar la tumba de su madre. Esto último era algo que siempre le resultaba muy duro, pero que Neville fuera con ella le hacía sentir mejor.

Neville había procurado estar allí para ella en cada instante desde que empezaron a salir juntos. Y Hannah sentía que ella no había conseguido hacer lo mismo por él. Se sentía terriblemente mal. Por eso, un par de días antes de su boda, cuando estaban acabando de repasar los últimos detalles para la celebración, Hannah se atrevió a decir:

—Neville, me gustaría conocer a tus padres.

Él se quedó de piedra al oír aquello. Carraspeó un par de veces antes de responder.

— ¿Es en serio?—preguntó, con nerviosismo. Hannah asintió, convencida—. Pero, Hannah... ¿E-estás segura...? Es decir, e-ellos...

—Lo sé, Neville—le aseguró ella—. Y si no te sientes preparado, entonces no hay problema. Simplemente quería...

—No, no—la interrumpió Neville—. En realidad... Me alegra que quieras conocerles a pesar de... todo.

Hannah le cogió de las manos y le dedicó una media sonrisa. Agradeció que Neville no se hubiera negado a ello. Neville solía pasarse varios días de cada semana visitando a sus padres en San Mungo; y aunque Hannah comprendía que era imposible que pudiera hacer algo por ellos, quería permanecer junto a Neville en cada momento, en las buenas y en las malas.

E ir a visitar a Frank y Alice Longbottom no era una excepción a la norma.

A la mañana siguiente, ambos se dirigieron hacia el Hospital de Heridas y Enfermedades mágicas. Al llegar a la cuarta planta, Neville la guio hasta la habitación en la que había un letrero donde se leía: «DAÑOS PROVOCADOS POR HECHIZOS». Neville se aseguró de que Hannah no quisiera echarse atrás, y ella hizo lo propio con él.

—Neville, si de verdad te sientes incómodo con esto, dejémoslo estar. No tienes por qué...

—Hannah, no es eso. Solo quiero saber que realmente...

—Claro que quiero. Ellos ahora son parte de mi familia, ¿no?

Neville trató de animarse un poco.

—No podrán hablarte—le recordó—. Y tampoco podrán entenderte.

Ella asintió en silencio, en señal de que lo comprendía.

—Bien...—Neville tomó una bocanada de aire antes de abrir la puerta—. Allá vamos.

Si bien Hannah se sorprendió al ver a Lockhart en una de las camas firmando autógrafos, no dio muestras de ello. Ignoró por completo a su antiguo profesor y se dirigió directamente al final de la sala. Había visto un par de fotografías de los Longbottom, así que no le fue difícil identificarlos. Sin embargo, Hannah comprobó que se les veía más pálidos y con un aspecto más débil.

Harry Potter: Historias de la nueva generaciónWhere stories live. Discover now