Primeros recuerdos

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Para los habitantes de Hogsmeade, aquel era un día como otro cualquiera. Pero George y Lee no podían evitar sentirse de lo más entusiasmados, pues por fin, la nueva sucursal de Sortilegios Weasley estaba preparada para su gran inauguración. Alumnos llegarían al pueblo de un momento a otro para probar sus nuevos productos, entre ellos, la Escoba Chispeante. George había conseguido ponerse en contacto con el creador de las Barredoras, y había adquirido un montón de existencias para añadirles algunos retoques. Ahora, cada vez que las escobas estaban volando en el aire, soltaban fuegos artificiales. Se imaginó un partido de quidditch del colegio en el cual todos los jugadores estuvieran subidos en ellas, y no pudo evitar sonreír enormemente, con satisfacción. Todavía no podía creer que los alumnos de Hogwarts iban a poder comprar sus artículos incluso en época escolar. ¡Sería asombroso poder ver la cara de Filch en cuanto se enterara!

El local no era tan grande como el original que había en el Callejón Diagon, pero George podía jurar que las travesuras se sentían en el ambiente.

—Creo que eso que notas es el aroma de vuestras bombas fétidas, Weasley.

—Cierra el pico, Spinnet. Estamos disfrutando el momento.

Como nunca está de más tener alguna que otra ayuda, George les había pedido a Angelina y Alicia que estuvieran presentes en cuanto las puertas de su nueva tienda se abrieran al público.

—Oye, ¿no se suponía que Oliver y Katie iban a venir también?—les preguntó Alicia.

—Iban. Pero tenían que cuidar de Daisy—le informó Angelina.

—Pero tú estás aquí con Fred—puntualizó ella.

— ¡Nuestro hijo no podía perderse un acontecimiento como este!—bramó George, eufórico.

—Ahí tienes el porqué—dijo ella, señalando con un gesto de la mano a su marido—. En fin... Debo reconocerlo, chicos: Os habéis superado. Cuando nos enseñasteis este sitio por primera vez, estaba hecho polvo...

—La Casa de los Gritos parecía un hotel de lujo comparada con este edificio antes de que lo remodelarais—corroboró Alicia—. ¿Cómo os las apañasteis entre los dos para dejar así este lugar?

—Muy sencillo—Lee sonrió y le mostró su varita—. Un poco de Fregotego por aquí, algo de Tergeo por allá, ¡y voilà!

—A veces me pregunto qué sería de ti sin la magia, Jordan—suspiró Alicia.

—Venga ya, Spinnet, ¡tú usas la magia tanto como yo!—repuso él—. ¡Usas un hechizo solo para abrir la puerta!

— ¡Yo no soy la que usa Accio para que todas las cosas vengan directas a mí y no tenga que moverme de mi sitio!

—Oh, por Merlín, ¡casaos de una maldita vez!—bramó George, haciendo que las mejillas de Alicia enrojecieran.

— ¡Él y yo no somos...!

—Sí, sí, lo que tú digas—George soltó una carcajada, y se alejó de sus amigos para acabar de arreglar unos estantes, dejando a Alicia con la palabra en la boca. Le pareció que el pequeño Fred soltaba una risa parecida a la de su padre, y Alicia se volvió hacia él, con mirada amenazante.

—Espero que no hayas salido a él—masculló, entre dientes.

—Menuda madrina estás hecha para el pobre Fred, Spinnet—se mofó Lee.

—Oh, ¿ya estamos con esas?—Alicia resopló, molesta—. ¡Yo sería la mejor opción para cuidar de Freddie si Angie y George no estuvieran! ¡Lo único que harías tú es malcriarlo!

—No me hagas reír. Yo llevo conviviendo con su padre y sus bromas desde hace más de quince años. Admite que yo soy mejor opción que tú para ser su padrino. Angie, de verdad, ¿cómo podéis querer a una amargada como Spinnet para convertirse en la tutora legal de vuestro hijo en caso de que os pase algo?

Harry Potter: Historias de la nueva generaciónWhere stories live. Discover now