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Escucho el sonido de la puerta al cerrarse, haciéndole saber que su madre debió de haberse ido ya a trabajar, recogió su bolso del suelo donde lo dejaba siempre que llegaba de la escuela, tomo un poco de dinero guardado en su velador junto a su cama y se lo hecho en uno de sus bolsillos, bajo las escaleras casi corriendo y se fue directo a la escuela cerrando la puerta de su casa con llave.


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Caminaba por los pasillos de la escuela, un chico solitario al que pocos les llamaba la atención, un chico casi invisible, sentía sus labios resecos y su estómago gruñir de hambre, no había tomado desayuno y la fatiga le estaba jugando una mala pasada, sobre todo ahora que la primera hora de clases era deportes.

Se dirigió a su salón donde en un asiento lejano al resto reposo su bolso sobre la mesa y su cuerpo sentado sobre la silla de madera, esperando paciente a que toquen el timbre para la entrada a clases.

Cuando el sonido de este se hizo presente subió apenas la cabeza para poder observar como el salón de a poco se iba llenando de estudiantes, luego de unos minutos todos estaban en sus respectivos puestos escuchando al profesor hablar sobre lo que harían hoy, luego de una corta charla pidió que todos salieran del salón directo a la cancha de la escuela.

Se colocó de pie tranquilamente y siguió a la manada que salían a través de la puerta como desquiciados. Cuando llegaron todos a la cancha el rubio pudo notar que no estaba solo su salón, sino que, en la otra esquina de aquel gran lugar se encontraba un grado mayor practicando voleibol, no le dio importancia y enfoco su vista en el profesor el cual ya estaba comenzando a presionar para que se colocaran a trotar.

Suspiro molesto y comenzó a trotar junto al resto escuchando quejas de sus compañeros, más por parte de las chicas, pero igualmente sin darle importancia a nada más que a la música que sonaba a través de sus audífonos que se había colocado en el camino a la cancha, Lost One de Epik High mientras seguía trotando sin detenerse, no era uno de sus grupos preferidos, pero le gustaban algunas canciones.

Su mirada estaba fija en el suelo, viendo sus piernas moverse, derecha, izquierda, derecha, izquierda, cada paso quedaba sentía que retumbaba por todo el lugar, aunque obviamente no era así, metió la mano en su bolsillo donde mantenía su celular y tanteando encontró el botón de volumen subiéndole un poco más a la música.

Su mirada aún continuaba mirando hacia el suelo hasta que se sorprendió al encontrarse un par de piernas muy cerca de las suyas haciendo que ambas se enredaran, su cuerpo se fue hacia adelante rodando un poco por el piso y deslizándose por este, quedo acostado con la cara estampada en el piso, las palmas de sus manos, codos y rodillas un poco raspadas, no basto ni siquiera un par de segundos cuando comenzó a escuchar risas por todo el lugar, estruendosas carcajadas que perforaban sus oídos.

Sintió su rostro arder de vergüenza, fue levantándose de forma lenta hasta quedar sentado sobre sus piernas con la cabeza gacha, no quería levantar la mirada y toparse con todos esos rostros burlones que solo reían sin parar humillándolo, pero vamos ¿acaso nunca se habían caído?, porque al parecer el caerse es como una función de circo para algunas personas.

- ¡Silencio!- se escuchó gritar al profesor. - Levántate y vete a lavar- dijo refiriéndose esta vez al rubio el cual asintió.

Pero antes que pudiera siquiera hacer algún movimiento vio una mano frente sus ojos, subió la vista despacio encontrándose con un par de ojos marrones que le miraban atentos, expandió un poco más su vista hasta poder observar por completo aquel rostro decorado por una sonrisa, un chico le estaba ofreciendo su mano en forma de ayuda, un chico que jamás había visto, probablemente era del otro salón que se encontraba en aquel lugar, un poco apenado la acepto y se colocó de pie con la ayuda del chico notando la obvia diferencia de estatura haciéndolo sentir una hormiga a su lado.

-Gracias- agradeció en un susurro apenado.

-No hay de que, ten se te había caído- dijo el chico sonriendo entregándole su móvil el cual no se había dado cuenta cuando se le cayó. - me gusta lo que estabas escuchando, es una de mis bandas favoritas- menciono el pelinegro.

-Sí, gracias, a mí solo me gustan algunas de sus canciones- volvió a susurrar guardando su móvil en el bolsillo.

-¡Hey chico!, no tenemos todo el día- grito el profesor a sus espaldas.

-Te acompaño, no tengo nada más que hacer, no quiero seguir en la clase de todas formas- se ofreció el chico.

El rubio asintió y comenzó a caminar al baño para poder lavarse las manos y revisar sus raspones si es que no se había hecho más daño que eso, y junto a él iba aquel extraño chico que nunca en su vida había visto y se comportaba amable con él.

Caminaron en silencio hasta que se encontraron frente a la puerta del baño, abrió la puerta de este y se adentró seguido del pálido, dirigió sus pasos hacia el lavamanos del lugar y abriendo la llave dejo correr el agua para comenzar a lavar sus manos las cuales ardieron ligeramente al sentir el contacto de esta.

-Sabes, en el momento que te caíste, en mi mente intentaba buscar alguna diferencia entre un tomate y tu rostro, aunque me fue casi imposible, se te veía demasiado avergonzado- menciono el chico intentando contener la risa.

-Creo que es algo normal, cualquiera se sentiría apenado y retraído al sentir tantas miradas y risas dirigidas a uno, sobre todo si es de burla, naturalmente uno se siente humillado-susurro el rubio secando sus manos a los lados de su camiseta.

-Sí, creo que si- dijo el azabache mirando al rubio como se remangaba un poco el buzo de deporte que traía hasta las rodillas pudiendo dar a conocer unos raspones donde se escapaban un par de gotas de sangre deslizándose por sus piernas.

El menor gruño molesto y dirigió su vista al lavamanos donde trato de hacer un estúpido esfuerzo para poder sentarse en este y poder lavarse mejor, pero al ser tan bajo, y cuando digo bajo es ser extremadamente bajo, podría medir 1.58 tal vez, no lograba subirse, suspiro fastidiado, pero antes de poder intentar subir de nuevo, sintió un par de brazos sostenerlo por la cintura levantándolo y dejándolo sentado a un costado de lavamanos donde podía apoyar su espalda en el espejo que había pegado a la pared.

-Eres demasiado bajito, si fueras mujer sería aceptable, pero al ser chico pareces un niño de 12 años- se burló el chico.

-Cállate, no es mi culpa haber salido tan bajito- reclamo el rubio nuevamente en un susurro.

-¿Por qué cada vez que dices algo lo haces en un susurro?- pregunto curioso el azabache.

-No estoy acostumbrado a hablar fuerte, casi nunca hablo- respondió el menor comenzando a mojar su rodilla intentando limpiarla de la poca sangre que había caído.

-Entiendo... por cierto, no te lo había dicho, mi nombre es Yoongi, ¿Cómo te llamas tú? - comento y pregunto a la vez.

-Puedes decirme Smile, no me agrada mi nombre- respondió el rubio.

-¿Smile?, eso es sonrisa ¿no?, ¿Por qué quieres que te diga de esa forma?- pregunto bastante intrigado.

-Porque encuentro que es una linda palabra, me alegra escucharla, es como si al escucharla automáticamente te hace sonreír, al menos eso me sucede a mí- respondió un poco apenado el menor.

-Me agrada, está bien, te diré así- dijo mojando sus dedos con el agua que aun corría de la llave, la acerco con cuidado al rostro del rubio y la paso de forma delicada por su nariz y mejilla. - tenías sucio, aparte que te dejaste un pequeño raspón en la mejilla- explico. - bueno, un gusto conocerte, Smile- dijo sonriendo seguido del rubio.




No more smiles / yoonmin ADWhere stories live. Discover now