~capítulo Treintaitres~

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CAPITULO 33 

La habitación de Chris seguía tal y como la recordaba, no habían tirado ni cambiado nada, aunque supuse que era normal: la pena y el luto no se superaban de la noche a la mañana. Todo el mundo necesitaba un tiempo, y mantener intacta la habitación de tu hijo fallecido formaba parte de una de las primeras fases del luto: la de negarse a aceptar la realidad.

Todo seguía en su lugar: las cortinas azules colgaban de las ventanas que daban al patio trasero, todavía echadas; en las estanterías, había toda una colección de coches de diferentes colores y modelos y una fotografía suya en la que vestía el uniforme del instituto, justo en el mismo sitio donde la había visto la primera vez que había estado en su casa.

Entonces, los recuerdos se apoderaron de mi mente y tuve que esforzarme por no sonreír. ¿Quién habría imaginado que volvería a la habitación de Chris, y que vendría con él? Estaba segura de que nadie había entrado en su dormitorio, a excepción de Marina. La cama estaba perfectamente hecha y los muebles no tenían ni una pizca de polvo. Todo parecía demasiado perfecto. Sin embargo, había algo que sí había cambiado: el aroma. Ya no olía a limón, como en el resto de la casa, sino que la fragancia ahora era algo más fuerte. Me recordaba a la combinación de naranja ácida con el frescor del pino. Un olor que, por algún extraño motivo, me resultaba familiar y relacionaba con algo: con el aroma de un hogar.

Inhalé con todas mis fuerzas para recrear más tarde el olor en mi mente.

Aquí, el ambiente era cálido y muy acogedor. Estar en la habitación de Chris me hacía sentir

demasiado bien.

—Subiré su maleta en un segundo. ¿Le apetece algo de beber? —preguntó Marina.

Todavía anonadada por estar en su habitación, caminé hasta una de las estanterías y tomé la fotografía de Chris.

—No, gracias. Tú también necesitas descansar —sugerí sin mirarla.

En la fotografía, Chris sonreía, tanto como hacía ahora mismo. Estaba enfrente de mí y tenía una profunda y fascinante sonrisa en la cara. Estaba muy guapo.

Marina dijo algunas cosas que no oí porque estaba lo bastante absorta en mis pensamientos como para prestarle la más mínima atención a sus palabras. Después, la puerta se cerró.

—Recuerdo la primera vez que estuve aquí. Me diste un buen susto. —Dejé la fotografía en la estantería y me giré para mirarlo a la cara. Levanté la vista y, en menos de un segundo, nos quedamos embobados, mirándonos fijamente.

—¿Sí? —preguntó.

—Por Dios, Christopher, sí —respondí con sinceridad.

El día que hablé con el fantasma de Chris por primera vez, estuve a punto de sufrir un infarto, aunque, por suerte, no fue así. Me quedé tan sorprendida que me fue casi imposible reaccionar, pero al menos pude salir de mi estado de shock y contestarle. Me temblaban tanto las piernas que se me quedaron dormidas durante el resto del día. Ver a un fantasma era algo... terrorífico, si lo pensaba detenidamente. Pero gracias a esa experiencia sabía que no todos los fantasmas eran malos.

El corazón se me encogió al recordar aquel momento.

Si Chris no se hubiera cruzado en mi camino, yo seguiría siendo (__) (tu apellido), y no (__) Velez. Todavía sería aquella chica aburrida que no tenía nada que hacer con su vida. Mi vida había dado un giro de ciento ochenta grados, y seguía cambiando con cada segundo que pasaba.

—Sí, bueno. No te enfades conmigo, pero quería ver qué cara ponías al ver un fantasma. Y funcionó —bromeó.

—No fue nada gracioso —contesté intentando mostrarme seria, aunque por dentro me moría de la risa al ver que empalidecía.

¿Quién mato a Christopher? ADAPTACIÓN Christopher Vélez Y TuWhere stories live. Discover now