~Capitulo Dieciseis

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CAPITULO 16:

Era miércoles y estaba encerrada en mi habitación. Llevaba dos días sin móvil, sin televisión y sin salir a la calle. Ni siquiera me había dignado a bajar a comer mientras mi madre estuviera en el comedor; mi orgullo estaba por encima de todo en estos momentos. Verla sería muy tenso y era totalmente innecesario. Se suponía que yo era la víctima, así que esperaría una disculpa por su parte. El castigo no había sido demasiado justo, dadas las circunstancias. Las visitas estaban prohibidas: ni Abby, ni Sam —una chiquilla con pecas de once años que vivía a unas cuantas casas de la mía— podían venir a verme, y mucho menos Lidia . Sin televisión, sin teléfono móvil, sin internet y sin nada. El castigo no se levantaba ni siquiera para ir a la biblioteca o para hacer un trabajo con alguien. Era como si estuviera presa. No me encontraba a gusto en ningún lugar y me preocupaba no poder seguir investigando. A este paso no averiguaría nada. Desde el castigo, mi rutina había sido ir al instituto con mi madre, volver a casa con ella y pasar horas tumbada en la cama o perdiendo el tiempo en cosas inútiles, como contemplar el techo de mi habitación.

Pero no todo era malo. Había un montón de libros viejos en el ático, libros de autores que no conocía. Y como ahora tenía mucho tiempo libre, opté por ponerme al día. Los libros aliviaban mi desesperación y me ayudaban a evadirme de la realidad y a dejar de lado por unos minutos los problemas y el caos en el que me había sumido.

Estaba a punto de cerrar el libro que había estado leyendo desde el día anterior, pero me di cuenta de que el marcapáginas no estaba donde lo había dejado. Lo había puesto en el escritorio junto al ordenador, pero no había ni rastro de él. Lo busqué debajo de la cama, por si se había caído o había volado con el aire, pero antes de cerrar el libro y dejarlo encima de la colcha, procuré memorizar la página por la que iba. Página 215.

Debajo de la cama no había nada, ni en la mesita de noche ni ningún lugar a la vista. Simplemente no estaba. Mi frustración por el encierro y por no encontrar el maldito marcapáginas me llevaron a utilizar un recurso inesperado: un calcetín.

Lo cogí y lo puse en la página para, ahora sí, cerrar el libro y volver a dejarlo junto a los demás.

Tomé otro: era de tapa dura y tenía la cubierta roja. Estaba cubierto de polvo. Había una pila de libros de ese mismo formato y color, así que tal vez podía tratarse de una enciclopedia. Abrí el tomo y el polvo viajó hasta mi nariz. No pude evitar empezar a toser.

La primera página estaba en blanco y las siguientes estaban llenas de mapas con nombres raros y poco conocidos. Ojeé cada página con la esperanza de encontrar algo interesante, pero el libro no parecía cooperar. Solo había imágenes de estados o islas que nunca había visto o conocido. Sin pensarlo, lo cerré y lo devolví a su pila.

Accidentalmente, el libro cayó al suelo. Se oyó un gran estruendo por toda la habitación. Hice una mueca de terror. Me levanté de la cama para ver qué había pasado y vi que el libro estaba en el suelo, abierto.

Me sorprendí. No era un mapa lo que vi esta vez, sino una imagen. Tomé el libro entre mis manos y comprobé que era una fotografía antigua. Era en color, sin embargo. El papel estaba maltratado, pero la imagen era clara. No formaba parte del libro, sino que estaba guardada entre páginas.

—Hola.

Di un respingo cuando escuché la voz de Chris.

—¿Algún día dejarás de asustarme de esa forma? —Me llevé la mano al pecho, asustada—. ¿Podrías llamar a la puerta? ¿O la ventana, tal vez? —dije en tono molesto, aunque bromeando.

Últimamente, Christopher entraba por la ventana sin demasiado esfuerzo. ¿Es que además de fantasma también era el hombre araña?

Escondí la fotografía debajo de la almohada. No quería que Chris la viera hasta que estuviera segura de quién era la persona que aparecía en ella. Tal vez se trataba simplemente de un científico loco que se coló en el libro equivocado, pero sentía mucha intriga. Me estiré y abrí un cajón de la mesita de noche para guardar el libro en el interior.

¿Quién mato a Christopher? ADAPTACIÓN Christopher Vélez Y TuWhere stories live. Discover now