~Capítulo once~

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Capítulo 11 (maraton 1/?)

Abrí los ojos y vi una luz blanca cegadora. Era demasiado brillante y apuntaba directamente a mis pupilas. Cerré los ojos y los apreté con fuerza. Los volví a abrir, esta vez parpadeando, para tratar de acostumbrarme a la luz. Estaba en una cama con sábanas blancas. De hecho, todo parecía blanco: las paredes, los muebles, los frascos de medicamentos, la puerta... ¿Frascos de medicamentos? ¿Dónde estaba?

—¡(___)! ¡Por fin despiertas! —exclamó una voz femenina. La cabeza me daba vueltas.

—¿Dónde estoy? —pregunté desorientada mientras miraba a mi alrededor tratando de recordar lo que había pasado. Poco a poco me incorporé a la realidad y me senté en la camilla.

—En la enfermería del instituto —respondió la misma voz. Eché otro vistazo a la habitación mientras trataba de acomodarme, y luego lo recordé todo. El ensayo del profesor. La amonestación. Alguien intentando levantarme del suelo...

—¿Me he desmayado? ¿Qué ha pasado?

—Sí, un estudiante que pasaba por allí te ha encontrado inconsciente y te ha traído aquí —

respondió.

Miré a la persona que hablaba. Me sorprendí al ver a una mujer joven de ojos color café y con ojeras, aunque el maquillaje las ocultaba un poco. Tenía los labios rojos como las cerezas, y su piel era tan blanca que apenas se distinguía de su uniforme de enfermera.

—¿Un estudiante? —pregunté.

Todo parecía estar en su lugar: mi ropa, la mochila, la hoja de amonestación... absolutamente todo.

La mujer se acercó y me abrió un ojo, estirando el párpado superior mientras proyectaba una luz brillante para examinarlo.

—Sí. —Tenía ganas de pestañear—. ¿Cómo lo ves?

—Muy brillante —respondí.

Luego repitió el procedimiento con el otro ojo.

—¿Y con este? —preguntó.

—Igual. Muy brillante.

Apagó la linterna y se dio la vuelta. Caminó hacia los cajones de su escritorio. Aproveché que no podía verme para plancharme la ropa con las manos y retocarme el cabello. Me senté en la camilla, con los pies colgando en un lateral.

—¿Quién me ha traído? —pregunté con curiosidad. Todavía recordaba aquellas manos sobre mí.

La enfermera guardó la linterna que acababa de utilizar para examinarme en el cajón. El ruido chirriante me puso nerviosa. Cerró el cajón y se dirigió hacia las medicinas. Comprobó algunas de ellas. Todavía me daba la espalda.

—No creo que lo conozcas, es un alumno de último curso. —Sus manos buscaban un frasco en concreto—. Tu madre me ha comentado que estás tomando medicamentos por un accidente que tuviste, ¿es cierto?

—Sí —confirmé—. ¿Sucede algo?

—Puede que el medicamento sea muy fuerte y que eso haya provocado el desmayo.

Asentí. El medicamento ahora no era relevante.

—¿Quién me ha encontrado? —insistí.

—Un chico.

—¿Y sabe su nombre? —pregunté con interés.

Seguía de espaldas, estaba leyendo los componentes de un frasco blanco con etiqueta azul.

—Hum... —dijo, pensativa—. No lo recuerdo, era un nombre raro...

—¿Raro? —No entendía nada. Ella se limitó a asentir desinteresadamente. Tomó otro frasco con la otra mano y los comparó leyendo ambas etiquetas.

¿Quién mato a Christopher? ADAPTACIÓN Christopher Vélez Y Tuحيث تعيش القصص. اكتشف الآن