~Capitulo Ocho~

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CAPITULO 8:

Se dio la vuelta sobre la silla de mi escritorio y sus ojos color miel me observaron fijamente. Me ponía nerviosa. Un escalofrío me recorrió de nuevo el cuerpo. Curiosamente, tenia el ordenador encendido. No recordaba haberle dicho mi contraseña, mucho menos haberle dado permiso para usarla.

-Hola, de nuevo-saludó con voz grave. Parecía aturdido.

Cerré la puerta y dejé el teléfono en la mesita de noche. Volvió a centrar la atención en la pantalla del ordenador.

-Hola -respondí. Sentí curiosidad cuando empezó a escribir rápidamente, presionando las teclas con fuerza. Estaba concentrado.

-¿Qué haces?-pregunté y me situé tras él. -Buscar pistas-respondió sin despegar la mirada del monitor. Observé la pantalla brillante y vi que estaba leyendo sus mensajes.

-¿Buscar pistas? Y eso qué tiene que ver con tus mensajes?

Tardo unos segundos en responder.

-Tal vez podría haber algo por aquí.

-¿Algo?

-Algún mensaje raro-dijo mientras salía de la página y entraba en otra. Los mensajes se cargaban rápidamente y seleccionó uno-. Alguien podría haberme mandado un mensaje con un doble sentido y no me di cuenta. Me refiero a alguna palabra clave, o algo. Tengo ese presentimiento...-Se encorvó un poco y leyó más despacio, fijándose en cada palabra y en cada letra. Como si buscara un significado diferente.

-Chris-lo llamé. Pero no se giró, su mirada seguía en la pantalla-. Estaba pensando que sería bueno que me hablaras sobre tu vida como fantasma-sugerí- Esta situación no es muy normal y, como puedes ver, tengo dudas y necesito que me las respondas... Se que no es fácil-me adelanté a decir-, pero no comprendo por qué. Por qué estás aquí, por qué te interesa tanto saber quién fue, es decir, de verdad importa tanto?

Giró la silla y se quedó mirando sus zapatos negros, pensativo. Me senté en el borde de la cama, el colchón se hundió con mi peso. Esperé una respuesta por su parte, porque la merecía y la necesitaba. No podía ayudarlo si no sabía qué era lo que realmente quería.

Nuestras rodillas rozaron suavemente. Estábamos frente a frente.

Christopher asintió al comprender a qué me refería.

-¿Qué quieres saber?

No esperé mucho para hacer la primera pregunta. El viento soplaba con fuerza en la calle. La ventana de mi habitación estaba entreabierta y las cortinas ondeaban. La luna era un pequeño arco blanco y esta vez no iluminaba lo suficiente, así que Christopher había encendido la lámpara de mi escritorio.

Su rostro tenía un tono amarillo por la luz de la bombilla.

-¿Qué eres?

-Un fantasma.

Negué y fruncí el ceño.

-¿Un fantasma que puede tocar cosas?

-Soy un fantasma que puede tocar cosas cuando quiere hacerlo.

-¿Y qué hay de las personas? Puedes tocarlas? ¿Pueden verte?

Sonrió ante el encadenamiento de preguntas. Agachó la mirada, todavía sonriendo. Pensó la respuesta durante unos segundos y volvió a levantar la vista. Sus dientes blancos resplandecían en la oscuridad. Me percaté de que se había humedecido los labios.

-Las personas, en general, no pueden verme. Las únicas que pueden hacerlo son aquellas con las que tengo una conexión poderosa, como tú, por ejemplo. Es necesario que haya un vínculo muy fuerte para que puedan verme.-Se pasó la lengua por los labios y prosiguió con la explicación-.Tampoco puedo tocarlas, solo a ti.

¿Quién mato a Christopher? ADAPTACIÓN Christopher Vélez Y TuWhere stories live. Discover now