Capítulo 18

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-Despierta pequeña, tienes que comer para tomar tus medicinas-dice Alexis, zarandeandome con cuidado.

-Estoy cansada Alexis, quiero dormir un poco más.

-Tienes que tomar tus medicinas, sino te dolerá más la herida. Anda vamos, luego te dejo dormir.

Él me ayuda a incorporarme, y quedo sentada con la espalda en el cabecero de la cama. Apoya la bandeja en mi regazo, y pone la televisión. A continuación se sienta a mi lado, y me vigila mientras como.

-¿No teníais que estar de viaje durante un mes?-le pregunto.

-Sí, pero cuando Ángelo nos llamó, vinimos enseguida. No podíamos estar allí, sin saber qué había pasado con nuestra pequeña-me sonríe, y toca la puntita de mi nariz.-La verdad, es que creímos que había pasado algo mucho peor. Ángelo nos llamó llorando, y muy angustiado, no podíamos casi entender lo que decía.

-¿Y cuando llegasteis que pasó?

-Fuimos al hospital corriendo, Ángelo estaba llorando en tu regazo y nos contó lo que había pasado. Desde ese día, él no salió del hospital. Se duchaba allí, comía allí, y dormía en tu habitación. Adriano y yo, veníamos a casa. Pero él no, se negaba a irse de tu lado-se queda callado, mirando un punto fijo y después se acerca a mi oreja.-Yo sé que tú y Ángelo tenéis algo.

-¿C-cómo? ¿D-de qué ha-hablas?

-Lo he notado por cómo te mira él, y porque eres su máxima adoración. Es obvio, que le gustas. Pero tranquila, no le diré nada a Adriano. A mi no me importaría, que vosotros estuvierais juntos.

-No le digas nada, a Adriano.

-No le diré nada, al igual que tú no le has dicho nada de mi amor secreto.

Cuando se separa, él me hace una seña para guardar el secreto y yo asiento. Termino de comer, y él se asegura de que tome las pastillas para luego ayudarme. Apaga la televisión, y me recuesto poco a poco. Él toma la bandeja, besa mi frente y se va cerrando la puerta. Unos ruidos suenan en el vestidor y, de repente, aparece Ángelo. Me sonríe, y se recuesta a mi lado en la cama.

-¿Cómo te encuentras, piccolina?-me pregunta, acariciando mi pelo.

-Estoy algo cansada, pero ya he comido y me siento algo mejor-veo que él se levanta, y le pone el pestillo a la puerta.-¿Por qué le pones seguro?

-Los hombres oscuros han venido a tener una reunión, mi padre me dijo que debía cuidarte. Pero que no podía entrar por la puerta, sino por el escondite.

Por unos segundos, nos quedamos mirándonos a los ojos. Y sé que él tiene ganas de besarme, tanto como las tengo yo. Pero no podemos, ya se lo dije.

-¿Puedes llamar a Maggie?-le pregunto.-Necesito que me ayude, a bañarme

-Vamos, yo te ayudo-responde él, tomándome en brazos.

-No, no, no. Ángelo, no.

-Vamos piccolina, ya te he visto todo. No hay nada, que deba darte vergüenza.

Él me lleva al baño, y me deja de pie mientras prepara la bañera. La llena un poco con agua caliente, y echa algún que otro jabón. Después se gira hacia mí, y comienza a deshacerse de mis zapatos junto a los calcetines. Trato de quitarme yo la camiseta, pero la herida me duele a rabiar.

-Tranquila, yo te ayudo no te esfuerces-Ángelo deja un beso en mi frente, y quita mi camiseta con cuidado.

Baja mis pantalones, junto a la ropa interior, y los tira a un lado. A estas alturas parezco un tomate, de mi sonrojo, y a él parece hacerle gracia. Él toma algo de su bolsillo, lo que parece ser una tirita grande, y la coloca por encima de la que llevo. Según me explicó, es acuática y protege la herida del agua.

Ángelo toma mi mano, y me dirige hacia la bañera, ayudando a sentarme con cuidado. El agua caliente me relaja, y hace que cierre los ojos momentáneamente. Él comienza a mojar mi cabello, y después toma el champú para empezar a lavarlo. Su masaje es espléndido, y me hace relajar mucho más. Después de lavar mi cabello, pasa con mi cuerpo. Toma la esponja, vertiéndole gel, y la pasea por todo mi cuerpo. En algunas zonas trata de no pararse mucho, pero ambos sabemos que nos gustaría volver a llegar más allá.

Cuando terminamos con el baño, él me envuelve en una toalla y me deja en pie  en el baño. Toma un pijama cómodo del vestidor, junto a la ropa interior, y regresa. Como esta mañana, yo comienzo vistiéndome sola y en algunas cosas me ayuda él. Luego toma el cepillo, y comienza a desenredar mi cabello. Antes de que comience a secar mi pelo, un mareo invade mi sistema y me agarro de la pica.

-¿Estás bien, píccola?-me pregunta, preocupado.

-No... Me estoy mareando...

Él me toma entre sus brazos, y se sienta en el suelo conmigo.

-Relájate, ya verás como se pasa. Respira hondo, y relájate-Ángelo acaricia todo mi rostro, y yo me agarro de su camisa en un intento de parar mi mareo. Cuando las ganas de vomitar se apoderan de mí, me levanto corriendo y expulso todo en el retrete.-Tranquila, estoy aquí contigo. No me voy a ir.

Al terminar, bajo la tapa y él se encarga de tirar de la cadena. Me lanzo a abrazarle, y él me acuna en sus brazos. Canta una cancioncita en mi oído, y me relajo hasta el punto de quedarme casi dormida. Noto como él se levanta, y se dirige hacia la habitación para dejarme en la cama.

-Duerme, piccolina-dice él, tapándome con las sábanas.

-No te vayas...

-No me voy a ir, aquí estoy contigo mi amor-Ángelo se tumba a mi lado, y acaricia mi cabello aún mojado.-Eres mi dulce Ángel de la guarda, que reina en mi corazón. Dulces sueños, princesita mía.

Mi Ángel De La Guarda Where stories live. Discover now