Capítulo 12

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-Gira el volante, gira el volante-me indica Alexis.

Hace dos semanas que hemos comenzado las clases, de conducción, y la verdad es que se me da bastante bien. Alexis es muy paciente, yo diría que demasiado, ya que al principio siempre se me calaba el coche. Ahora he conseguido que no se me cale, y hemos entrenado dando vueltas a la manzana.

Por otro lado, Ángelo ha estado muy distante. Siendo que ahora las clases de defensa, me las da uno de los guardaespaldas. En ese ámbito también he avanzado mucho y, según Adriano, dentro de poco me enseñarán a utilizar armas. 

-Tierra llamando a Alessandra, tierra llamando a Alessandra-Alexis sacude su mano frente a mi cara, tratando de llamar mi atención.-Baja de Saturno, que nos vamos a estrellar.

-Perdón, estaba pensando en otra cosa-me disculpo.

-Sí, sí, últimamente estás pensando en otras cosas.

-Eso no es verdad, y lo sabes.

-Sí que lo es-me saca la lengua, y ambos nos echamos a reír.-Venga va, aparca el coche y cambiamos de asiento que debo irme.

-¿Te vas con tu amor?

-Ojalá, hoy no la voy a ver. Adriano quiere que haga un trabajo, bastante importante. 

Asiento con la cabeza, y nos bajamos del coche. Me despido de él, y entro en la mansión. Adriano y Ángelo se encuentran, en el salón, discutiendo acaloradamente. Ángelo tiene bastantes ojeras, y se pasa repetidamente las manos por el pelo.

-¿Todo bien?-les pregunto, entrando al salón.

-Sí cariño, estaba esperándote para hablar contigo-toma mis manos, y se acerca hacia mi.-Necesito que vayas con Ángelo, a recoger un paquete.

-No la voy a llevar, no quiero y punto-salta Ángelo, resoplando fuerte.

-Tienes que llevarla contigo, los hombres oscuros van a venir a reunirse conmigo. ¿Qué es mejor que se quede, o que se vaya contigo?

-Mejor que venga conmigo, sí, sí.

-Protégela, y no dejes que nada le suceda-le dice el padre, a su hijo.-Confío en ti, Ángelo.

Ángelo asiente, y sale de la casa. Adriano me indica que debo de hacer caso a Ángelo, y que tenga cuidado cuando estemos allí. Aunque sigo sin saber, quiénes son los hombres oscuros. Me despido de él, y salgo hacia fuera dónde me espera Ángelo ya dentro del coche. Abrocho mi cinturón, y enseguida se pone en marcha.

-¿Quiénes son los hombres oscuros?¿Por qué estás tan demacrado?-le pregunto, curiosa.

-La curiosidad, mató al gato. No preguntes-contesta, cortante.

Lo miro con el ceño fruncido, él solo tiene su mirada hacia el frente. Sus manos aprietan fuertemente el volante, haciendo que se resalten las venas de sus manos. Va conduciendo demasiado rápido, pero no tanto como Alexis. Yo desvío la mirada hacia la ventanilla, observando el paisaje. Suspiro, y me acomodo mejor en el asiento.

Cuando el coche para, veo que estamos en un edificio abandonado. Ángelo aparca a un lado, y saca una pistola de la guantera que guarda en su cintura.

-Escúchame Alessandra, debes quedarte en el coche-se gira hacia mí, y se pasa de nuevo las manos por el pelo.-Cuando yo salga, cierras el coche dándole a este botón-me indica el botón, y yo asiento con la cabeza.-Por nada del mundo, salgas del coche ni lo abras hasta que yo venga.-Vuelvo a asentir con la cabeza, y él besa mi frente.-No tardo, píccola.

Él se baja del coche, y yo cierro por dentro como él me ha indicado. Veo como entra en el edificio, de forma sigilosa y desaparece entre las ruinas. La calle está desolada, puesto que la noche está empezando a caer, y el lugar da un poco de miedo. Del edificio emana una luz, de la segunda planta, por el que se ven unas sombras caminar. Frente al edificio no hay nada, solamente un solar vacío y una triste farola con luz pobre que apenas ilumina la calle. Me encojo en mi asiento, y subo mis rodillas a mi pecho escondiendo mi cara entre ellas.

Unos golpes en la ventana, me hacen sobresaltar, levanto la cabeza y veo a Ángelo. Pulso el botón para abrir el coche, y él abre la puerta de mi lado.

-Rápido Alessandra, cambia de lugar. Necesito que conduzcas tú-él tira un paquete a los asientos traseros, y sujeta su hombro con fuerza. Está herido. Detrás se escuchan algunos disparos, y yo me paso al asiento del piloto corriendo.

-Yo no sé, Ángelo no sé-mis manos tiemblan del nerviosismo, y los disparos se escuchan más cerca.

-Vamos Alessandra, yo sé que puedes. Has estado practicando con Alexis, tú puedes hacerlo-vemos a unos hombres salir del edificio, mientras apuntan al coche.-¡ARRANCA!

Arranco el coche, y salgo a toda velocidad del lugar. Unos cochen nos persiguen, y una bala impacta contra la luna del coche haciéndome gritar.

-Tranquila, no pasa nada. Métete por este callejón, así lograremos desviarnos.

Sigo sus indicaciones, y pronto consigo hacer desaparecer a aquellos individuos. Ángelo aprieta fuertemente su herida, mientras me indica el camino hacia el hospital, y su respiración es agitada. Mi corazón va a mil por hora, y siento que en cualquier momento voy a desfallecer.

Al llegar al hospital, aparco a un lado y bajo corriendo para ayudar a Ángelo. Ha perdido, casi por completo, el color de su piel y sus labios se están comenzando a poner morados. Abro su puerta, y le ayudo a descender del coche con cuidado.

-Apóyate en mí, apóyate en mí-le digo, pasando mi brazo por su cintura. Él camina algo mareado, y dejándose caer un poco sobre mí.-Tranquilo, ya estamos aquí. Te vas a poner bien, te van a curar.

Él me sonríe, y suelta un suspiro doloroso. Cruzamos las puertas del hospital, y grito llamando la atención de los enfermeros para que nos atiendan. En seguida aparecen con una camilla, ayudándole a recostarse en ella.

-Lla-ma a papá-dice Ángelo, mientras me tiende su móvil con la mano temblorosa y llena de sangre.

Asiento con la cabeza, y veo como desaparece entre las puertas. Trato de ir tras él, pero enseguida me paran argumentando que debo esperar fuera. Observo su teléfono, y lo desbloqueo para llamar a Adriano corriendo. Pero él no contesta al teléfono. Una, dos, tres, cuatro llamadas y nada. Trato de llamar a Alexis, y es lo mismo. Ninguno de los dos, contesta al teléfono. Decido guardar el móvil en mi bolsillo, y probar a llamarlos más tarde. De mientras me quedo observando la puerta, por la que se ha ido Ángelo, y ruego a dios porque él esté bien.

-Alessandra, píccola-noto que me sacuden, y me levanto sobresaltada. Me había quedado dormida.-Tranquila, soy yo-Ángelo me observa con una sonrisa, y veo su brazo vendado en un cabestrillo.

-¿Estás bien? Hetratadodellamaratupadreperonomecogeelteléfono-le digo rápidamente, sin respirar.

-Tranquila, tranquila. Estoy bien, vámonos a casa venga.

Pasa su brazo bueno, por mis hombros y me dirige hasta la salida. El coche se ha quedado mal aparcado en una esquina, pero al menos no se lo han llevado. Ayudo a Ángelo a sentarse en el asiento del copiloto, y después a ponerse el cinturón. Cierro la puerta, rodeo el coche y me siento en el asiento del piloto. Él tiene los ojos cerrados, y la cabeza echada para atrás.

Pongo en marcha el coche, y conduzco a toda velocidad temiendo que nos vuelvan a encontrar. Todos mis sentidos se ponen en alerta, y mi corazón se comienza a acelerar.

-Tranquila, Aless, tranquila-apoya su mano en mi hombro, dando caricias, pero aún no abre los ojos.-Abre las ventanas y reduce la velocidad. Me estoy mareando.

-Perdón, perdón, perdón. Ay dios, ay dios-hago lo que me pide, y le escucho reír.

-No me pidas perdón, cuando me has salvado varias veces. ¿Acaso eres un ángel caído del cielo?

Lo miro confundida, pero enseguida devuelvo la mirada a la carretera. Por suerte, recuerdo el camino a la mansión. Su mano sigue acariciando mi hombro, tratando de hacer que me relaje. Pero sé que hasta que no lleguemos a casa, no podré relajarme.

Mi Ángel De La Guarda Where stories live. Discover now