ᴘᴀʀᴛᴇ 𝟹𝟻

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Pilar.

—¿Entonces es él? ¿Purre es el chico del que nos hablaste?— Ella estaba sentada junto a mi, mientras yo hacía un trabajo para la facultad en mi computadora. —¿Cómo no me di cuenta?— Al no obtener respuesta, siguió hablando.
—Caro, quiero terminar con esto— Supliqué. En realidad no era tan urgente, pero no quería hablar de eso.
—¡Pero contame!— Desde el día que Purre me besó en frente de ella, estuvo inquieta por saber todo.
—Si, es él. Ya no hay nada más que decir— Desvíe mi mirada a sus ojos. —Se terminó todo y es mejor así— Decirlo en voz alta me ayudaba a convencerme a mi misma de que era real. Su mirada fue de decepción.
—Pero...— Ella misma cortó la frase, supe que ella tampoco sabía que decir.
—No quiero hablar más de esto. Somos amigos y punto— Y volví a mi computadora.

Después de eso, sucedió la separación del grupo y tampoco volvimos a hablar de Purre. A todos nos dolía demasiado como para hacerlo.

Después de la charla con él, mi corazón se ablandó y lo único que pedía era que todo salga bien.

•••

Terminé de ordenar mi habitación, y tomé mi celular, que estaba en mi mesa de luz.

Purre (2 mensajes nuevos)

Los abrí y eran de hace poco más de una hora.

"Pilita" Recibido a las 12:38
"Quiero arreglar las cosas con los chicos" Recibido a las 12:38
"Me ayudas?" Recibido a las 12:38

Sonreí ante el apodo. No podía recordar la última vez que me dijo así.

"Tengo un plan" Enviado a las 13:45

Claro que lo iba a ayudar, porque deseaba con todo mi corazón que la amistad que los cuatro teníamos volviera a ser como antes.

Después de que Purre saliera del grupo de WhatsApp, nadie volvió a hablar en él. Todo el tema se había tornado un tabú y todos estos meses fingíamos que nada había pasado.

Como si elimináramos los recuerdos que teníamos con él para hacer menos dolorosa la distancia.

Primero pensé en agregarlo otra vez a aquel grupo que nunca había cambiado de nombre, aun así cuando ya estaba casi abandonado, pero lo descarté.

Era una mala idea y nadie iba a reaccionar bien a eso.

Entonces decidí citarlos en mi casa a cenar esta noche, sin mencionar el hecho de que Purre estaría ahí.

Al fin y al cabo, mi abuela decía que ocultar no es mentir.

•••

A las diez, el rizado y yo estábamos esperando que lleguen los dos integrantes restantes.

—Ey, tranquilo, todo va a salir bien— Fui hasta donde el estaba y me senté a su lado.

Puse mi mano en su espalda y él estaba tenso. Pude notar la preocupación que sentía, pero de verdad creía con seguridad lo que le decía.

El timbre sonó y ambos nos miramos. Le dediqué una sonrisa. Luego tomé mis llaves y bajé.

Caro y Santi llegaron juntos. Nos saludamos y los tres subimos al ascensor.

Yo fui la que abrió la puerta, la cual reveló a Purre, parado en frente de ella con una mirada nerviosa.

—¿Qué hace él acá?— La pelirroja habló con molestia y con su ceño fruncido.
—Para Caro, tenes que escucharlo. Los dos tienen que escucharlo— Dije mirándolos a los tres. Santi no dijo una palabra. Vi enojo en su expresión, pero también vi tristeza.

Y Purre les dijo todo. No omitió ningún detalle y se disculpó más veces de las que podía contar con la mano.

Y ellos también lo perdonaron. Porque después de todo, pudimos entenderlo, ceder y dejar de lado nuestro orgullo para aceptar que lo extrañábamos más que nada.

La amistad que teníamos era más fuerte que todo lo malo que podía pasar.

Purre y Santi se abrazaron de tal forma que unas lágrimas corrieron por mis mejillas. Comparé su amistad con la mía con Itzi, y me dolió pensar cómo sería distanciarme de ella.

Los cuatro nos fundimos en un abrazo reconfortante.

A los minutos todos estábamos riendo mientras comíamos un plato de pasta. Como en los viejos tiempos, por fin.

Todo llega, dicen.

Maratón 2/4

ᴍᴇ ɢᴜsᴛᴀ(s) [ᴘɪʟᴜʀʀᴇ]Where stories live. Discover now