ᴘᴀʀᴛᴇ 𝟷𝟾

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Purre.

Los días pasaron tan rápido como las horas y ya era 30 de diciembre. Mi mamá y yo estábamos viajando a la costa a visitar a mi familia y pasar el Año Nuevo con ellos. En la radio sonaba alguna canción navideña, aunque la fecha ya había pasado.

—¿Todo bien últimamente, hijo?— Mi mamá habló, mirando al frente, mientras iba conduciendo.

No vivíamos juntos, pero era mi madre, y me conocía de una manera que nadie lo hacía. Mi expresión reflejaba lo que estaba pasando en mi interior, y ella supo interpretarlo.

A pesar de que habían pasado semanas, en mi mente siempre aparecía una rubia ojiverde. No habíamos hablado como lo hacíamos antes y extrañaba sus mensajes. Tampoco nos habíamos visto, porque Caro y Santi estaban de vacaciones. Nos habíamos convertido en desconocidos que se conocían muy bien. Muchas veces intenté escribirle un mensaje, pero no encontraba las palabras para decirle todo lo que siento y lo mucho que la extraño. Me gusta imaginarme que ella también me extraña.

—Voy a estar bien, ma— Respondí sincero. Realmente esperaba que este tiempo de descanso me ayudara a pensar y a recuperar mi mente.
—Sabes que podes contarme lo que sea— Ella siempre fue mi sostén: siempre estuvo ahí cuando la necesité, y cuando no, también.
—Lo se— La miré agradecido y ella sonrió, sin dejar de mirar al frente.

El viaje fue bastante largo, ya que el tráfico en esta época era infernal, pero por fin, a las ocho de la noche, vimos el cartel que nos indicaba que estábamos ingresando a la ciudad de Necochea.

Al llegar a la casa de mi hermano, en donde nos quedaríamos esa noche y la siguiente, mis sobrinos me recibieron con muchos abrazos y besos. Salude a todos los que estaban allí y me dirigí a la habitación que me habían preparado para dejar mis cosas, y Anita, mi sobrina de siete años, entró justo detrás de mi:

—José— Al escuchar su voz, me di vuelta y la miré con una sonrisa, esperando escuchar lo que quería decirme. —¿Queres venir a jugar conmigo? Los chicos están jugando entre ellos y me aburro— Hizo un puchero y yo morí de ternura. En la familia, casi todos mis sobrinos eran varones.
—Obvio que voy— Ella sonrió. —Ayúdame a acomodar esto y vamos, ¿Dale?— Ella asintió y corrió a ayudarme.

•••

—Tío— Anita y yo estamos en el pasto del jardín que tenía mi hermano en su casa, con una pileta y algunas palmeras que decoraban el amplio espacio.

Además, tenía vista directa a la playa. La pequeña estaba sentada en frente mío mientras jugábamos a un juego de cartas que ella me estaba enseñando.

—Decime— Le contesté mientras guardaba mi celular en el bolsillo, después de fijarme la hora.
—¿Cuando vas a traer a tu novia? Antonio dijo que es muy linda— Ella siempre me insistió con que tenga una novia con quien ella pueda jugar.

Mi corazón se ablandó cuando habló de Pilar. ¿A ella también le pasará eso cuando le hablan de mi?

—No es mi novia, Anita, es mi amiga— Ella mostró decepcion en sus ojitos —Pero te prometo que la vas a poder conocer algún día— Me sonrió satisfecha y yo le di otra sonrisa. —Dale, sigamos jugando— Ella repartió las cartas y jugamos por casi una hora.

Luego un largo rato jugando, tuvimos que ir a comer. En la casa de mi hermano vivían solo tres personas, y seríamos cinco invitados más. Mi familia era muy numerosa. Demasiado.

Al terminar de comer, les dí las buenas noches a todos y me fui a mi cama. Compartiría habitación con mis dos sobrinos. Realmente estaba muy cansado, y ellos también lo estaban: se durmieron apenas se acostaron.

Antes de dormir, abrí el chat con Pilar, deseando que escribiera un mensaje. Texteé "Te extraño". Mi corazón se aceleró. Borré el mensaje. No podía perder el orgullo de esa manera. Ví que ella también estaba escribiendo e intenté regular mi respiración. Se desconectó.

Y al final tampoco recibí ningún mensaje de ella. ¿Habrá hecho lo mismo que yo?

ᴍᴇ ɢᴜsᴛᴀ(s) [ᴘɪʟᴜʀʀᴇ]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin