ᴘᴀʀᴛᴇ 𝟹𝟷

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Pilar.

Me maldije a mi misma por ser tan culposa, pues sabía perfectamente que si no lo ayudaba, o al menos veía que le pasaba, me iba a arrepentir.

Me acerqué lentamente y ni siquiera se inmutó. Pude ver que estaba sudando y su respiración parecía agitada. Tenía las mejillas húmedas y estaba recostado sobre la barra.

—Purre— Hablé para llamar su atención, pero fue en vano. —Purre, háblame— No obtuve respuesta y sacudí sus hombros. Se alejó rápidamente y vi temor en su expresión. —Soy yo, Purre, ¿Que tomaste?— Comenzó a mirar a los lados con paranoia y tuve miedo por lo que le pudiese pasar.

Tomé su brazo y el lo sacó rápidamente, otra vez.

—Salí— Gritó. —No quiero que me mates— Seguía gritando y no sabía como controlarlo.
—Purre— Daba pasos hacia atrás, alejándose. —Mírame, soy yo, Pili, no te voy a hacer nada malo, soy la única que puede ayudarte ahora— Lo que dije pareció tranquilizarlo porque fue él quien tomó mi mano ahora. —¿Que tomaste?— Repetí.
—Nada— Tartamudeaba y estaba segura de que estaba drogado.

Visualicé a Lucas a mi izquierda y con la mirada buscaba a alguna de mis amigas para que pudiera quedarse con Purre por unos minutos. Encontré a Umma a los segundos y le hice un ademán para que se acercara. Gracias al cielo me vio y en pocas palabras le pedí que lo vigile. Algo extrañada, aceptó.

Algo dentro de mi sabía que sus nuevos amigos tenían algo que ver, por lo que me dirigí a ellos enojada.

Tomé el hombro de uno de ellos y lo di vuelta para que me viera.

—¿Que le hicieron a Purre?— Ellos reían y yo tenía ganas de asesinarlos.
—Él lo hizo solo, preciosa— Su voz me repugnaba.
—¿Que mierda tomó?— Grité.
—LSD— El otro chico contestó y mis ganas de verlos muertos aumentó, pero debía asegurarme de evitar que el rizado fuera el muerto.

Maldije por dentro.

Volví al lugar donde había dejado a mi amiga a cargo del chico.

—Está muy drogado— Habló ella y yo asentí. Ella se retiró y le agradecí con la mirada.

—Purre, soy yo— Tomé su rostro con mis manos para que me mirase. Lo hizo y ni siquiera pude descifrar sus emociones.

Lo tomé de su mano y salimos del lugar. Supuse que había traído su auto y no era una opción preguntárselo, así que revise sus bolsillos hasta finalmente dar con la llave. En el proceso él me miró extrañado pero no dijo nada, en cambio miraba a los lados y reía sin sentido, o su respiración se agitaba anormalmente.

Tocando el botón para abrir el auto, lo busque hasta que por fin sonó y las luces se prendieron, indicando donde estaba. Agradecí saber manejar y rogué por que no haya ningún control que me pida los papeles del auto, ya que no estaba autorizada a conducirlo. Lo único que me faltaba era ir presa.

Senté a Purre en el asiento de atrás y después de varios intentos de salir corriendo por parte de él, y sobre todo yo manteniendo la calma, pude subirlo en el asiento de atrás, abrochándole el cinturón de seguridad.

Evité avenidas y calles muy transitadas, para pasar desapercibida. Odiaba romper las reglas.

Gracias a todos los dioses y teniendo la mayor de las suertes, pude estacionar el auto en el edificio de Purre y saqué las llaves, que anteriormente había retirado de su bolsillo, para poder luego abrir la puerta.

Apagué el auto y me giré para ver el estado de mi amigo. Se había dormido y casi me largo a llorar pensando en que podía pasar si lo despertaba. Y definitivamente no podía cargarlo hasta su departamento.

Lo desperté con cautela y su reacción no fue como esperaba, sino peor.

Comenzó a gritar cosas sin sentido, para después de unos minutos, balbucear y quedarse callado.

—Purre, estoy acá, todo va a estar bien, ¿Si?— Intenté mostrarme lo más pacífica posible y pareció hacer efecto en él.

Mientras subíamos en el ascensor, busqué información sobre lo que le estaba pasando y cómo solucionarlo.

Al parecer estaba teniendo un "mal viaje" y no iba a parar por lo menos en unas largas horas.

Hice que consumiera azúcar y con cuidado lo ayudé a acostarse en su cama. Toqué su frente y no parecía tener fiebre, pero si estaba sudando demasiado. Le quité su remera y su cuerpo se sentía pesado. Se había calmado bastante y estaba segura de que el efecto estaba yéndose, de una vez por todas.

—No me dejes solo, por favor— Dijo con más claridad y la angustia me invadió el corazón.

Me senté a su lado y acaricié su cabello para calmarlo. Su respiración estaba volviendo a la normalidad y suspiré agotada.

¿Que tan roto tenía que estar para hacer algo así?

ᴍᴇ ɢᴜsᴛᴀ(s) [ᴘɪʟᴜʀʀᴇ]Where stories live. Discover now