ᴘᴀʀᴛᴇ 𝟹𝟹

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Pilar.

Bufé en el momento que el fastidioso sonido de la alarma llegó a mis tímpanos, taladrando mi cerebro e interrumpiendo mis horas de sueño. Eran las seis y media y luego de ir a la universidad, comenzaría mi primera jornada de trabajo.

Mis padres siempre fueron muy comprensivos y me tuvieron paciencia hasta adaptarme a la vida universitaria y a todos los cambios que sufrirían en mis horarios. Era mi segundo año y yo misma decidí conseguir un trabajo para mantenerme y no depender de nadie.

Rosa, la dueña de una cafetería pequeña que se ubicaba muy cerca del lugar donde estudiaba, me había contratado el día anterior y me había informado que hoy sería mi primer día. Este sería muy sencillo ya que tenía que enseñarme la cosas básicas que debía hacer. Según lo acordado, empezaría en la caja o atendiendo los pedidos de los clientes, pero no en la cocina ni limpiando, porque esos puestos ya estaban ocupados, por suerte.

Después de darme una ducha rápida y ponerme unos jeans negros, junto a una remera de mangas cortas de color blanco y mis zapatillas del mismo color, baje a prepararme mi desayuno.

Mi madre había dejado café hecho la noche anterior para que yo solo tenga que servirmelo. Le agregué leche en una taza y encendí la tostadora. Puse dos rebanadas de pan y me preparé un huevo revuelto, pues debía comer bien para no morir de hambre en las clases.

Antes de irme, me serví un vaso de jugo de naranja y tomé mi botella de agua y una barra de granola. Tomé mis llaves y cerré la puerta sin hacer mucho ruido para no despertar a nadie, y me marché.

•••

El trabajo no era tan aburrido como pensé, pero estaba agotada. Todavía me quedaba una hora allí y había muchos clientes: eran las cinco y todos estaban merendando.

Rosa dividió las diez mesas en dos: mi compañera, Julieta, se encargaría de las primeras cinco y yo del resto. Cada mesa tenía un número y así identificábamos cual nos correspondía.

Mientras recogía los platos de la mesa ocho y la limpiaba, la campanilla de la puerta sonó revelando que alguien había entrado y cerré los ojos esperando que fuera una imaginación. Una terrible imaginación.

Purre y su novia habían ingresado y se estaban dirigiendo a la mesa en la que yo estaba.

¿Por qué el universo era tan cruel conmigo?

Con la mejor de mis sonrisas, y la actitud más profesional y ajena que pude, hablé.

—Bienvenidos, ya los atendemos— Y me retiré con la bandeja en la mano.

Julieta había pasado al otro lado del mostrador y yo la seguí.

—Yo se que es mi primer día, pero por favor, ¿Podes atender la mesa ocho?— Ella me miró extrañada y yo estaba respirando agitada. Mis ojos suplicaban.
—Está bien, vos te encargas de la cuatro— Di una gran bocanada de aire y le sonreí.
—Gracias, enserio— No la abracé, porque estábamos en horario de trabajo, pero si no hubiese sido así, lo hubiera hecho.
—Espero que no sean asesinos seriales— Bromeó y yo reí.

Tomé dos Menú para entregárselos a las dos chicas que estaban en la mesa cuatro.

Sentía la mirada fija de Purre en cada paso que daba. Olvidarlo se estaba volviendo imposible. Y quería llorar.

—Quédate en la caja, voy al baño— Mi compañera me pidió y yo lo hice.

Para mi suerte, como era de esperarse, porque el destino me odiaba, el rizado se levantó de su asiento y sus pasos lo acercaban a mi. Mordí mi labio inferior y contuve mis ganas de irme lo más pronto posible de allí.

—Mesa ocho, ¿No?— Hablé sin mirarlo a los ojos. —¿La cuenta?— Parecía estar muy concentrada en los botones de la caja registradora y todo lo hacía porque no quería volver a caer por esos ojos avellana que me habían atrapado desde el día uno.
—No quería decirte lo que te dije el otro día— Llegue a pensar que lo hacía a propósito, para lastimarme.

¿Por qué no solo dejarlo así y por lo menos tener una razón para odiarlo?

—Son trescientos noventa y dos— Le entregué la cuenta en su mano ignorando sus dichos anteriores.
—Perdoname— Habló y por primera vez sus ojos conectaron con los míos.
—Estoy trabajando, ahora no— Dije firme y el se fue sin decir nada.

A los minutos me llegó un mensaje.

"Estoy en la plaza de en frente, te voy a estar esperando" Recibido a las 17:46

Y cuando salí, mi corazón se aceleró en la duda de ir o no.

Mis pies pisaron el camino de piedra rodeado de césped y a unos metros de mi lo vi en un banco de madera.

No mentía cuando dijo que me iba a esperar.


Ya en Buenos Aires, y con muchas ganas de hacer una maratón! Que dicen ustedes?

ᴍᴇ ɢᴜsᴛᴀ(s) [ᴘɪʟᴜʀʀᴇ]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz