ᴘᴀʀᴛᴇ 𝟷

3.1K 120 16
                                    

Pilar.

Ya casi no sentía mis piernas. Eran las cinco de la mañana y mi mejor amiga, Renata, seguía intercambiando saliva con el mismo chico. Ni siquiera se conocían y ya había decidido cambiarme por él.

No estaba enojada, porque la entendía. Bueno, en realidad intentaba hacerlo, porque nunca me había pasado algo similar. Accedí a acompañarla a esta fiesta para poder olvidarse de su ex novio, quien la había dejado hace unas pocas horas.

Mis ojos parecían pesar una tonelada más con cada parpadeo. Solo pensaba en mi cama y en poder dormir hasta las cuatro de la tarde cuando el hambre haga rugir mi estómago.

Luego de unos cuantos minutos, sentada en la barra y rechazando a varios chicos que se me acercaron, Renata por fin hizo contacto visual conmigo, y al ver mi expresión de pocos amigos, accedió a retirarnos del lugar, no sin antes recorrer la boca de aquel chico por otros veinte minutos.

Llegue a mi casa tan exhausta como si hubiera corrido una maratón, y al apoyar mi cabeza en la almohada, nadie supo nada de mi hasta la tarde siguiente.

•••

Desperté con el sonido de mi celular vibrando sin cansancio sobre mi mesa de luz, y con pocas ganas, atendí.

¿Donde estás Pili? — Se escuchó al otro lado del teléfono y reconocí al instante la voz de mi mejor amigo.
¿De que hablás Purre?Hablé somnolienta, frotándome los ojos con mi puño libre.
—Estoy en la puerta de tu casa hace diez minutos esperando a que salgas— Contestó con una evidente molestia en su tono, y ahí recordé que habíamos quedado en ir a la casa de Caro con Purre y Santi esa tarde.

Lo había olvidado por completo.

Perdón, Purrete, me quedé dormida, si me das cinco minutos me cambio y bajo enseguida— Respondí algo avergonzada por la situación y me levante de mi cama para alistarme.
Si Pilita, te espero— Y sonó mucho más relajado.

Corté la llamada y me lave los dientes, la cara y me puse lo primero que tuve cerca de mis manos. Bajé apresurada y abrí la puerta.

—La puntualidad no es lo tuyoDijo, recostado sobre su auto, guardándose el celular en el bolsillo para subirse en el asiento del conductor, e hizo un ademán con su mano para que suba yo también.
—Perdón, otra vez— Negó riendo y arrancó.

Con Purre habíamos conectado desde el día uno. Tal vez era por mi madurez, o por su toque de infantilidad, pero los cuatro años de diferencia que el tenía sobre mi, nunca habían sido un problema.
Aunque era algo pesado, y yo algo malhumorada a veces, nos queríamos mucho y teníamos una amistad genuina e inigualable, que no queríamos perder.

•••

Pasamos la tarde jugando a las cartas y riéndonos de anécdotas divertidas.

Caro y yo éramos amigas desde la primaria, y habíamos formado un grupo casi inseparable junto a Purre y Santi desde hacía tres años, cuando los conocimos en una fiesta. Nuestra amistad fue tan inesperada como necesaria: ninguno de los cuatro estaba pasando un buen momento a esa altura de nuestras vidas, por motivos que ahora pueden parecer insignificantes, y encontrarnos fue una de las desiciones más lindas que tomó el destino.

Horas más tarde, decidimos quedarnos a cenar, y yo me ofrecí a cocinar un plato de tallarines con salsa. Caro y Santi salieron a comprar helado, y mientras yo picaba una cebolla mediana que luego se convertiría en salsa, Purre estaba mirando su celular.

Sequé unas lagrimas que salían de mis ojos y sobé mi nariz, ya que la cebolla me estaba afectando bastante.

—No llores, eh— Dijo en tono burlón, acercándose a donde yo estaba.
—Si me seguís burlando no te voy a compartir este maravilloso plato—Retruqué apuntándolo con el cuchillo.

Ambos comenzamos a reír y mi corazón se aceleró. No sabía el motivo, pero estaba poniéndome nerviosa con la cercanía de mi cuerpo con el de Purre, pero sin embargo, no quería moverme por nada en el mundo.

ᴍᴇ ɢᴜsᴛᴀ(s) [ᴘɪʟᴜʀʀᴇ]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin