Capítulo 68 ♡

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Las pericias dicen que al parecer las luces de el Ferrari de Adrien lo encandilaron y por eso no vio el camión estacionado, y acabó llevándoselo por delante. Pero al realizarle el control  de alcoholemia, este superaba por mucho el límite permitido, y su anatomía presentaba sustancias químicas en su cuerpo. Estaba drogado. Y no me sorprende, pero sí me duele.

No llevaba cinturón de seguridad, él nunca solía llevar el cinturón de seguridad.  Y esta vez no fue la excepción. No lo llevó, y salió despedido con el impacto. El diagnóstico: traumatismo cerebral, y algunas heridas leves en el cuerpo. Leves, no quiere decir que no dejaran cicatrices en su cuerpo; cicatrices que le recordaran para el resto de su vida su total imprudencia ¿Realmente fue sólo un acto de imprudencia? Porque siento dentro de mí que hay algo más. No lo sé, no quiero decir que Adrien haya buscado que sucediera el accidente, estaba demasiado ausente debido a las drogas y el alcohol. Imposible encontrar una pizca de coherencia. Aun así, presiento que había más. Quizá, haya sido dolor. 

Me llevo las manos a la cara y lloro con fuerza, me siento en una banquina que esta fuera del hospital. He pasado la noche en los fríos pasillos de la institución médica, junto a la madre de Adrien, esperando a que nos dejen verlo. Aún nada.

—¿Liz?

Me paro derecha, y miro al costado; Vic y Malena están allí. Me ven con tristeza y preocupación.

Se acercan y se sitúan a mi lado, abrazándome.

—Creo que estoy asustada— confieso después de segundos de llorar en silencio.

—Tranquila. Adrien estará bien— dice Vic.

—Sí, es verdad. Deberías descansar, volver a tu casa, darte una ducha. No has dormido en toda la noche… ¿Has comido algo?— Melissa coloca su mano en mi hombro, esperando a que le diga algo.

Niego con la cabeza. Debo verme fatal. Pasar la noche sentada en un incómodo banco, bebiendo café cada tres horas, y con la cabeza llena de malos pensamientos y recuerdos, le da a una un aspecto terriblemente destruido.

—No quiero irme sin ver antes a Adrien— digo—. Ya lo he dejado una vez, no lo volveré a dejar.

Mi voz suena ronca, como si me doliera y tuviera que hacer grandes esfuerzos para hablar, después de largo tiempo de silencio.

Me siento con poca batería, apunto de apagarme.

Suspiro.

—Lo siento, creo que no estoy de ánimos.

—Y te entendemos Liz— me dice Vic—. Sabíamos que estarías mal, y no queríamos que pasaras por esto sola.

Melissa asiente.

—Y si no quieres irte, bueno, nos quedaremos contigo y te haremos compañía.

Quiero llorar por enésima vez, pero me contengo. Me contengo y no sé cómo lo hago, es tan sencillo para mí llorar, más cuando se trata de Adrien. Y esta vez es la más difícil. La más dolorosa. Hemos pasado por tanto este año, y esto es lo peor que la vida nos ha puesto en el camino. Pero lo superaremos, me aferro a la idea de que superaremos esto, así como hemos superados tantas otras cosas. Me siento tonta por haber dado importancia a cosas que quizá no eran tan graves. Me siento tonta por haber llorado tanto, por cosas que no lo ameritaban, sé que he sido infantil una infinidad de veces, y ahora comparando es que puedo darme cuenta.

***

La sala de espera es un desfile de personas; médicos, amigos, familiares, policías… todos queremos lo mismo, ver a Adrien.

Dejo escapar un suspiro y apoyo mi cabeza en la pared, la madre de Adrien se sitúa a mi lado, no la miro, pero siento su presencia y oigo su voz cuando me habla.

Mirarte Dolía |CompletaWhere stories live. Discover now