Capítulo 36 ♡

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Separo mis labios de los suyos, y ambos respiramos profundamente. Adrien vuelve atraerme hacia sí, sujetando fuertemente mi rostro. Deposita un beso corto, y vuelve a apartarse.

Mis ojos lo ven con adoración, y él me sonríe al tiempo que acaricia mi mejilla con el pulgar.

Me muerdo el labio y bajo mi mirada hacia el colgante que aún sostengo en mis manos. Acaricio la piedra que yace en el centro del corazón y levanto mi mirada con ilusión.

—¿Me ayudas?—Le pregunto con un poco de timidez.

Sus ojos centellan, y veo que vacila, como si de repente tuviera nervios. En una fracción de segundos, cambia de expresión, sonríe y asiente con la cabeza ligeramente.

Le doy el collar, y giro mi cuerpo para quedar de espalda.

El corazón me palpita fuerte dentro del pecho, y no dejo de pensar en lo que estoy viviendo; estoy tan contenta, me siento tan feliz a su lado. Parece como si el momento de incertidumbre que hemos pasado hace sólo minutos, jamás hubiese existido.

Siento la mano de Adrien rozar mi nuca. Cierro los ojos, y suspiro. La piel se me eriza y un cosquilleo me recorre en el interior.

—Listo—dice él cuando termina de prenderme el colgante.

Me doy la vuelta, y lo miro con una sonrisa. Sus ojos están puestos en el colgante, que ahora cuelga de mi cuello. Llevo mis manos al dije de corazón y vuelvo a subir mi mirada hacia los ojos de Adrien.

—Gracias—murmuro.

Deseo preguntarle a que se debe el regalo, quiero saber el porqué, por qué me hace un regalo ahora, por qué esta tan dulce y tan atento. Sus actitudes, no son iguales a lo que eran antes. Él solía mostrar arrogancia constantemente, solía herirme con palabras...pero ya no.

Adrien está cosechando ilusiones en mí, y yo se lo estoy permitiendo. Pero tengo miedo de la sequía. La sequía en la que me dejará si resulta que todo no es más que un engaño de su parte o una mala interpretación de la mía. La sequía en la que me dejaría si es así, me mataría. Me mataría por completo.

—Debo irme—digo con un suspiro.

Adrien dirige su mirada hacia mi casa, en dónde la única luz que alumbra es la de la galería.

Entrecierra sus ojos y voltea a verme.

—¿Tu madre no está?

Aparto la mirada, y niego. Prefería no darle esa información, pero las luces apagadas del interior de mi hogar me han delatado.

—No, ella no está. Se quedará en el trabajo hasta mañana—explico, bajando mi mirada hacia mis manos, las cuales me retuerzo con un poco de inquietud.

—¿Entonces estarás sola toda la noche?—pregunta alzando una ceja.

Esa miradita me dice que algo se tiene en mente. Y no, no sé qué será pero no quiero. Bueno, no es que no quiera de buenas a primera, el punto es que no puedo darle motivos a mi madre para que siga desconfiando de mí, o sino acabaré castigada realmente. Me salvé la última vez, no recibí castigo, pero tuve una charla con ella en la cual me ha dejado explicito que sabe sobre mis mentiras. Además ya cree que Adrien y yo somos novios, y no puedo explicarle la clase de relación que tenemos, porque eso sólo serviría para que me prohibiese continuar con él. Así que cuánto más lejos este ella de conocer a Adrien, mejor.

—Hoy es la carrera que te mencioné la otra semana ¿Recuerdas?

Giro mi cabeza enfocándome en él. Creía que no volvería a pedirme que fuera, había olvidado por completo la dichosa carrera.

Mirarte Dolía |CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora