84 La visita

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Que el cuento acabe mal y no vuelva a empezar

Brenda caminó junto al padre de María José y llegaron hasta un área repleta de aparatos médicos y todos hacían ruido al mismo tiempo, pero a diferente intensidad. Antes de entrar a la habitación, una enfermera la llevó hasta un cuarto pequeño donde le proporcionó una bata blanca, un cubre boca, una malla para sujetar todo su cabello y le pidió lavar sus manos en el lavabo que ahí estaba. Volvieron a la zona de terapia intensiva y las puertas de cristal se abrieron en cuanto el sensor detectó personas afuera. Solo la chica entró y se dirigió hasta donde estaba María José. Había otra enfermera, la cual se retiró al notar su presencia. ​Brenda se quedó de pie junto a la cama tratando de comprender.

María José tenía un vendaje que cubría la mayor parte de su cabeza, pero presentaba un bulto mayor sobre la frente. Usaba una mascarilla de oxígeno que tapaba por completo su boca y nariz. Su peculiar color de piel había desaparecido para dar un paso a un tono pálido y un collarín abrazaba todo su cuello para mantener fija la cabeza y a pesar de lo desgarrador que le resultaba aquella imagen, Brenda intentó mantener la calma. Encontró al otro lado de la cama una silla; caminó hasta ella, la colocó lo más cerca que pudo y tomó asiento. Le sujetó la mano y estaba tibia a pesar del clima frío que imperaba en toda la habitación. Se retiró el cubre boca antes de hablar. ​

—¿Cómo estás?, perdón, que absurda mi pregunta— se corrigió a sí misma— ¿cómo te sientes?​

Recordó aquella ocasión que volvió a verla, cuando María José la visitó en el hospital, al día después de su accidente.

—¿Te puedo contar un secreto?​

No obtuvo respuesta. ​

—El día que te conocí, el día del choque en el auto de Natalia— comenzó su narración— no podía dejar de mirarte. Recuerdo haber pensado que chica tan más guapa y escucharte hablar hizo temblar mi corazón y por más que lo intenté, no conseguí escapar del hechizo que esconde tu mirada y hoy, dos años después, sigo pensando que eres la persona más bonita del mundo y no solo me refiero a tu belleza exterior, sino a todo tu ser. Incluso Damián se consiguió una mujer muy parecida a ti, pero no le digas que yo te dije porque no quiere admitirlo— esta última frase la dijo en voz baja, similar a como cuando se está confesando un secreto— y si, Damián vino a verte. Lo acompaña su esposa Sofía y ella está embarazada. Lo que me hace recordar que por la tarde llamó Samantha y me comentó que está haciendo todo lo posible por venir a verte, así que probablemente ella esté por aquí en los próximos días— dejó escapar un suspiro— y yo, llevo unos días escribiendo algo para ti, tengo tan pocas líneas que lo he aprendido de memoria y pretendía terminarlo pronto para decirlo el día que nos casemos pero hoy, sin importar lo que pase en las próximas horas o en las próximas semanas, me gustaría que lo escuches porque según la ciencia, las personas en estado de coma son capaces de oír todo lo que sucede a su alrededor, así que aquí voy.

Brenda cerró los ojos para concentrarse y que las líneas a recitar, llegaran hasta su boca.

—Me besaste tan despacio que te quedaste mi rabia, me acariciaste tan suave que arrancaste el miedo a tiras, me miraste tan hondo que ordenaste mi armario por colores y de pronto, ya no me reconocí porque me descubrí enamorada de ti.

Se permitió tener un momento de debilidad y dejó escapar algunas lágrimas para aligerar su carga emocional.

—Admito que tú eres mejor en este tipo de discursos, pero me diste tanta vida con tan poco de ti, que me dolerá mucho no volver a escuchar tu voz o mirar tus ojos negros al despertar y no sé qué será de mí, si no vuelvo a verte reír o sentir tus dedos dibujándome en la espalda e intentas que yo adivine— sonrió y acarició su mano— siento miedo al pensar que esta complicidad se termine. Siento miedo de no volver a ver tus ojos desvistiéndome como lo hacen cada anochecer— de su boca se escapó una sutil risa— sin duda, mi vida es mejor cuando tu estas en ella y todavía necesito a mi hermoso monstro come galletas a mi lado.

Se levantó de su asiento y le dejó un beso sobre la mejilla. ​

La enfermera que se encontraba ahí cuando Brenda llegó, regresó para decirle que debía retirarse. ​

—Te esperaré, mi pena contenida la conoces bien y también que si me dejas moriré de pie— le contó al oído— porque tu mi vida, eres todo para mí. Te amo.

Acarició su mano por última vez y salió de la habitación. Afuera continuaba el papá de María José y ella lo abrazó al tenerlo cerca. ​Ahora solo restaba esperar a que el mensaje fuera recibido y que la chica decidiera luchar por mantenerse en esta vida. 

 

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Cometas por el cielo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora