65 Paloma blanca

103 11 0
                                    

Qué lentas que pasan las horas, qué rápido pasan los años

Semanas más tarde, María José abrió de nueva cuenta su vida y su corazón. Ella quería que su madre conociera a Samatha.

—Hola hija— saludó la señora Maite y dejó por un lado la revista que hojeaba— no te esperaba tan temprano. ​

—Anoche acordamos que saldríamos a desayunar.

—¿Y a dónde iremos?​

—No sé, Samantha nos invitó.​

—¿Nos?​

—A ti y a mí. Está afuera esperándonos, ¿vamos? ​

—¿Qué hay entre tú y ella? ​

—Solo somos amigas. ​

—No pretendas engañarme, ¿acaso ya no confías en mí? ​

—Confío en ti más que en mi propia sombra. ​

—Entonces,​ ¿qué ocurre?

María José no respondió. ​

—Ven, acércate— le pidió.

Obedeció a su madre y se colocó en cuclillas frente a ella.

—Que te hayan lastimado, no te da el derecho de ilusionar a alguien más. ​

—No la estoy ilusionado. Samantha conoce toda mi historia con Bren y aun así apuesta por mí. ​

—Solo no prometas algo que no serás capaz de dar. ​

—A veces quisiera despertar y no recordar más a Brenda. Ni todo lo que viví a su lado. ​

—Eso nunca pasará, pero te prometo que un día, su recuerdo ya no dolerá. ​

—Espero que ese momento llegue pronto— las lágrimas se asomaron por sus ojos.

—Y mientras sucede, yo estaré contigo— limpió el rostro de su hija— aunque los años te pinten nieve blanca sobre el pelo— acarició su cabello— serás siempre mi pequeña, donde quiera que yo esté. ​

María José se levantó para abrazar a su madre. ​

—Vamos, quiero conocer a Samantha. ​

Salieron de la casa y caminaron con dirección hacia el jardín, donde las esperaban.

—Buenos días señora Maite— la chica saludó emocionada— por fin tengo la oportunidad de conocerla— la abrazó.

—Igualmente Samantha— correspondió.

—Su hija me ha hablado mucho sobre usted, pero nunca mencionó lo guapa que es. ​

—Gracias por el halago. ​

—Solo digo la verdad y su hija es igual de hermosa— le sonrió. ​

—¿Nos vamos?— preguntó María José.​

—¿Me dejas conducir?— Samantha habló otra vez— es que me gustaría llevarlas a un lugar que es de mis favoritos. Mi madre siempre me llevaba ahí.

—¿Y ella dónde está? ¿Por qué no nos acompaña?​— le cuestionó la señora Ochoa.

—Porque murió cuando yo tenía diez años. ​

—Lo siento.

—Regáleme otro abrazo y me hará sentir mejor— Samantha extendió sus brazos y la señora volvió a corresponder. ​

Las tres mujeres subieron al auto y minutos más tarde, llegaron a un restaurante muy pintoresco. Después de entregar las llaves al joven del valet parking, notaron que Aranza, otra chica y una señora venían saliendo del mismo lugar al que ellas iban. Samantha se acercó a saludarlas, María José y su mamá continuaron su andar y decidieron aguardar en la entrada del inmueble.

Cometas por el cielo [Completa]Where stories live. Discover now